jueves, 17 de marzo de 2016

Abstracción Binaria - Parte 2/4 (Novela Corta)



Estudio Kyneema / Asociación Espinosa-Mascot
Presentan


ABSTRACCIÓN BINARIA
Segunda Parte





Historia: Alan Espinosa M. / Laura Mascot

Ilustración: Laura Mascot






05

Por fortuna, el modo despertador del televisor se activó muy temprano, era domingo, seguramente había olvidado desactivarlo la noche anterior, qué más daba, no tenía ninguna intención de permanecer en la cama.

Aún no salía el Sol cuando comencé a prepararme; resentida por la conversación del día anterior, tomé la mochila, mis ahorros, y salí de casa sin  avisar..

Llegué hasta el parador, no había mucha actividad en la calle, pronto apareció un transporte, lo abordé, y una hora después descendí en un tianguis dominical, el más frecuentado por mi y el más extenso de la ciudad; mi objetivo como todos los fines de semana era encontrar nuevos juegos, figuras de acción, posters y revistas que tuvieran relación con estos.

La visita me llevó algunas horas.

-El Sol está soberbio-comentó un hombre.

-¡El calor está bien perro!-dijo otro.

Sea cual fuere la expresión que utilizaran, yo estaba de acuerdo, pues el calor aquel día era verdaderamente insoportable, se dejaba sentir con tal fuerza que la piel me empezó a arder, lo asombroso era que a pesar del insufrible calor, la gente iba y venía, emanaba de todas partes sin llevar un rumbo fijo. Sin importar posición o clase social el sudor y sus olores se mezclaban entre sí, hombres y mujeres formaban parte de todo y nada, un verdadero espectáculo de contorsiones, empujones, insultos, y mercado negro…

“Un rugido de león”, pero proveniente de mí estomago, me hizo saber que era la hora del almuerzo, y me recordó que había olvidado comer y merendar el día anterior; fiel a mí edad me dirigí a la tienda más cercana a una cuadra de uno de los límites del tianguis; pedí galletas, frituras y un jugo envasado.

Me disponía a salir de la tienda, cuando descubrí una máquina de arcadia; la cual me atrajo como imán a un metal, al acercarme hice un magnífico hallazgo, con gran satisfacción me di cuenta que pertenecía al juego de plataformas “Karnov”. Esto me venía como anillo al dedo, así que, utilizando todo el dinero que me había sobrado por la compra de mí original refrigerio, puse en marcha el juego.

No tardé en quedar fuera de la partida, pues aunque era muy hábil en los juegos caseros, los de monedas representaban un reto diferente, el control me resultaba un poco incómodo, no obstante, la simple idea de haber encontrado ésta maravilla me motivó a seguir adelante.

Acabé en poco tiempo con las monedas fraccionarias de cincuenta centavos que me habían sobrado, así que cambié algunos pesos, por más de aquellas pequeñas monedas que significaban el pasé para continuar la diversión, cosa que  no me sirvió de mucho, pues nuevamente quedé fuera de combate, sin embargo, me divertí, así que el “Game Over” no me afectó.

-En fin, ya será para la próxima-pensé, y salí del lugar para regresar al tianguis y continuar la valiosa búsqueda.


Estaba en la esquina esperando la luz roja del semáforo, cuando dos sujetos aparentemente comunes se acercaron a un vehículo estacionado a escasos metros de donde yo me encontraba, deduje que no eran sus propietarios cuando uno de ellos sacó un gancho, y con el forzó la puerta del lado del conductor, mientras que el otro a través de su celular se comunicaba con alguien más; el tipo del gancho se dirigió a la cajuela, y esta corrió la misma suerte que la puerta, de ella extrajo un pequeño cilindro de gas y un desarmador, y con el mismo, comenzó a destornillar el radio del coche.

Sin despegar el teléfono de su oreja, el hombre del celular se metió al automóvil y levantó la tapa que cubre las bocinas en el asiento trasero, segundos después algo le dijo al que estaba ocupado con el radio porque en ese momento este prácticamente lo arrancó, y salieron a todo correr.

El robo había ocurrido en el cruce de dos importantes avenidas en las que por supuesto el tráfico siempre era fluido, además de la multitud que cotidianamente caminaba  por la zona, y me sorprendió ver que nadie haya intervenido, pero creo que fue porque sintieron lo mismo que yo…miedo…

Mi razonamiento me llevó a pensar que estaba siendo juez y parte del mercado negro del tianguis dominical, pero igual ingresé nuevamente a la multitud.






06

Ya confundida entre la muchedumbre, alguien tiró de la manga de mi blusa.

-¡Amara!-dijo la voz.

Al darme vuelta, me encontré con una niña de aproximadamente ocho años de edad; llevaba un vestido blanco como el que las bisabuelas llamaban canesú, unas graciosas zapatillas del mismo color de su vestido, era delgada, piel morena clara, pelo castaño, largo y bien cuidado, ojos negros de mirar apacible, sonrisa tierna; aquel rostro me pareció familiar, pero a pesar de mis intentos no fui capaz de ubicarlo.

-¡Hola Amara!, que alegría encontrarte, ha pasado mucho tiempo-me dijo con voz infantil y sin dejar de mirarme ni sonreír.

Considerando que tal vez me confundía, y con tan poco ánimo por hacer nuevas amistades esa mañana, me porté fría; la diferencia que había tenido con mis padres, y encima, el haber sido testigo mudo de un robo, me hacían sentir perturbada, sin embargo, la niña siguió insistiendo en que nos conocíamos.

-Soy Virginia, ¿no me reconoces?-comentó.
-No-dije cortante.
-¿No me recuerdas?, si todo el tiempo estuvimos juntas, compartiendo momentos especiales; somos las mejores amigas-.

Mientras que yo la miraba incrédula, la niña no paraba de hablar.

-Bueno…seguro que recuerdas tú exposición individual de pintura, o el taller de computación en la Biblioteca Pública; qué dices de los cursos de verano en el Museo de Historia Natural, o cuando íbamos a la Unidad Deportiva con tus padres…-.

Yo seguía extrañada, y ella tratando de convencerme.

-Recuerdas cuando nos llevaban a las exposiciones y conferencias del Planetario; o los  festejos del mejor promedio al término de cada ciclo escolar. ¡Qué felices días!, ¡cuánto disfrutábamos!, ¿cómo podrías haber olvidado todas esas cosas Amara?-.

Tuve la sensación de que sus palabras estaban desnudando mi alma, herían las fibras  más sensibles, removiendo recuerdos que lastimaban.

La miré con gesto agrio, y una mueca de enojo se dibujo en mí boca. Enseguida su semblante cambió.

-No entiendo por qué, pero creo que en realidad me has olvidado-dijo con pesar-Tal vez fue a partir del premio sorpresa que recibiste aquella tarde-agregó con desaliento.

Su mirada me decía que esperaba que le dijera:

-Virginia, claro que te recuerdo, alguien tan importante para mí, cómo olvidarlo-.

Sin embargo, no sabía que contestar; Virginia con infinita tristeza me miró unos segundos más, después inclinó la cabeza, y se dio vuelta perdiéndose entre el gentío.

Instintivamente miré mi reloj de pulso, eran las dos de la tarde.

-Qué encuentro más extraño-pensé.

Empezaba a sentirme realmente aturdida; automáticamente busqué a la niña entre la multitud, o a quienes pudieran estarla guiando a que me jugara aquella  pesada broma, pero nada…

-¿Quién la trajo aquí?, debo tener el doble de su edad, es imposible que me haya acompañado a todos esos lugares que nombró, ¿quién le ha hablado tanto de mi?, es mi vida, no tenían derecho-me dije molesta, y un sentimiento de inseguridad y miedo se apoderaron de mí.

Echando mano de todo mi coraje murmuré:

-Virginia, no sé quién seas y no me importa, broma o no, espero no volver a verte, yo vine aquí por un motivo importante, y no a perder el tiempo por ti-.

En ese momento sentí dentro una especie de vacío y una profunda tristeza, pero sacudiendo la cabeza, me confundí como Virginia entre la gente.






07

Ya para las tres de la tarde, decepcionada por no haber encontrado algo que fuera enteramente satisfactorio, decidí buscar en una de las calles que usualmente no me interesaban.


Iba un poco distraída aún, cuando dos jóvenes mujeres se acercaron.

Eran de tez blanca, cabellera rubia y rizada; sus rostros llamaban la atención por la cantidad de pecas que tenían; su vestuario estaba compuesto por leotardos de manga larga en color beige, jeans y tenis rojos; querían venderme un nuevo sistema de video, y eso fue suficiente para que volviera a "la realidad".

Me aseguraban tener en sus manos lo más sorprendente y avanzado en tecnología virtual, una consola que revolucionaría para siempre la industria de los juegos caseros, MANIAC.

El conjunto estaba compuesto por un visor con audífonos integrados, un par de guantes, un chaleco con función vibradora, y dos sensores para los pies, todo en color negro a excepción de los guantes cuyas palmas eran grises; por si fuera poco, el precio y garantía que prometían eran sumamente tentadores; además, en la compra del sistema recibiría, absolutamente gratis, el juego “Hard-War”, un shooter en primera persona con dos héroes seleccionables, un robot de color azul, el masculino, y uno de color rojo, el femenino.

Demasiado pronto cerramos el trato, y convencida por el discurso maravilloso, salpicado con su divertido buen humor, accedí a proporcionarles todo el dinero que llevaba en ese momento.






08

Cuando regresé a casa, cerca de las cinco y treinta de la tarde, mis padres me recibieron como merecía, sobre todo porque había salido sin avisar, y no me había reportado ninguna vez; como era de esperarse, discutimos una vez más, pero en ésta ocasión, el mensaje de mí padre fue más que contundente:

-¡Sabes qué, haz lo que quieras, es tú vida!-.


Mis padres salieron de casa, y al quedar sola me puse a pensar seriamente en lo que estaba ocurriendo; una parte de mí estaba totalmente de acuerdo con los argumentos que me daban, pero por otro lado, algo se encargaba de convencerme de que era yo quien tenía la razón, y ellos por su parte eran incapaces de comprenderlo, eran unos necios, por no entender lo mucho que los videojuegos significaban para mí.

Entre este colapso de ideas, fui directo a mí habitación, ahí, consciente de que mis padres tardarían en volver, decidí probar mí nueva adquisición, lo único que quería en ese momento era olvidar todos mis problemas, y el extraño encuentro de aquel día.


Las instrucciones eran fáciles de seguir, en un par de minutos el sistema estaba listo para ser puesto en uso. Lo conecté a la corriente eléctrica, me puse el chaleco, los guantes, los sensores para los pies, el visor, y presioné el botón de encendido.

El sistema… ¡no respondió!...me quité el visor y revisé que todo hubiera sido conectado en el lugar correspondiente; con enfado descubrí que era la máquina la que no funcionaba, sin duda las “rubias simpáticas” no habían encontrado a alguien más imbécil que yo…

Di un fuerte golpe al aparato, me sentía impotente, enfurecida conmigo misma, ¡cómo había podido ser tan estúpida!, estaba en banca rota, y dueña de una máquina que no servía.

Me recosté sobre la cama, cerré los ojos, y algunas lágrimas rodaron por mis mejillas…






09

Al fin llegó el lunes.

Asistí a la escuela por costumbre, con absoluta ausencia de la magnífica actitud y entusiasmo que antaño me caracterizaran; extrañamente, aquel lunes 19 de octubre mis padres se encontraban a la hora de la comida en casa, acontecimiento que lejos de parecerme genial me molestaba, porque mi padre casi no me dirigía la palabra, mi madre intentando hacer menos frío y tenso el ambiente, era quien se mostraba un poco más comprensiva conmigo, pero mi mal humor no cambiaba.

Después de la comida, mientras mí padre veía un noticiero, me enteré que esa noche transmitirían un documental enfocado a la evolución de los juegos de video; eso reforzó un poco mí ánimo, y me hizo sentir menos miserable.

-¡Qué gran oportunidad!-pensé.

Hacía tiempo que quería ver algo parecido, no debía perdérmelo por ningún motivo.


La hora tan esperada al fin llegó, preparé unas palomitas, me serví refresco con suficientes cubos de hielo, me saqué los zapatos, prácticamente salté al sofá, y sintonicé el canal adecuado, ¡el programa había comenzado!

No bien terminaban los créditos iniciales cuando el teléfono me sobresaltó; levanté el receptor esperando que no fuera demasiada prolongada la interrupción, la voz de un hombre se dejó escuchar al otro lado de la línea, dándome un mensaje que me heló la sangre, Virginia había muerto a las dos de la tarde del día anterior; decidieron comunicarme tan sorpresiva noticia porque mí número telefónico estaba anotado en su diario, acompañado de la leyenda “Número telefónico de Amara, mí mejor y única amiga”.

El mensaje me dejó sin habla; hasta ese día ninguna película o novela de terror me habían causado tanto impacto, después de que aquel hombre me informó la ubicación donde se llevaría a cabo el funeral, cortó sin darme tiempo a reaccionar y preguntar quién era, o si se trataba de una broma de mal gusto. A los pocos segundos de colgar experimenté por segunda vez la rara sensación de vacío, acompañada de profunda tristeza, ¿qué me estaba sucediendo?...

Mis ideas se volvieron confusas; a las dos de la tarde del día anterior, Virginia estaba conmigo; había algo más, por mucho que me esforcé, no pude ubicar dónde y cuándo la había conocido, era menor que yo y conocía a la perfección lo vivido en mi infancia, además me esperaban en su funeral como su mejor amiga; lo más inesperado era que sentía la necesidad por asistir, era como si tuviera el compromiso de estar presente, como si aquella desconocida niña hubiera formado realmente parte importante en mi vida…


Eran ya pocas las ocasiones en que charlaba con mamá o papá, discutíamos a menudo; debo reconocer que fui yo quien un día tomó la determinación de no buscarlos más, pensando que ya no los necesitaba, estaban fuera de mí mundo definitivamente, siempre tan ocupados, que podía importarles lo que hiciera o dejara de hacer…pero que triste me sentía cuando pensaba en que ellos tampoco aportaban mucho, no se esforzaban por compartir tiempo conmigo. Según mi perspectiva, como padres tenían uno de los hábitos más nefastos, hacerme sentir que sólo se enteraban de mí existencia cuando hacía algo indebido.

Sin embargo, era tal mí desasosiego con aquella llamada, que tuve que pedirles me acompañaran al día siguiente al funeral de Virginia.

-Familiar cercano de una compañera de escuela-expliqué sin profundizar en detalles.

Que caso tenía relatarles extrañas historias, si ni yo mima entendía lo que estaba pasando; así que sólo me limité a informarles la hora y el lugar.






10

Al día siguiente, estuvimos presentes en el funeral de Virginia.

Insólitamente al observar a nuestro alrededor, me percaté de que éramos las únicas personas ahí.

Mientras bajaban aquel blanco y pequeño ataúd a su recinto definitivo, una parvada de aves negras sobrevolaron el lugar, y de pronto, un viento intenso que llegó de no sé dónde, sacudió con fuerza las ramas de los árboles cercanos a nosotros, provocando que, al impedir que se me cayeran las flores y la tarjeta para Virginia, soltara una pequeña cartera que me acompañaba desde niña, y que al abrirse, me permitió ver perfectamente la fotografía que guardaba donde aparecíamos muy felices mis padres y yo, en un centro de diversiones, cuando era pequeña.

El ataúd tocó fondo produciendo un particular sonido, fue en ese momento que la extraña tristeza que venía experimentando por fin llegó a su límite; enormes lágrimas distorsionaron mi visión, y después rodaron por mis mejillas.

Fueron mis propios sollozos los que rompieron el silencio de aquel lugar. Papá y mamá no se explicaban mi reacción, sin embargo, tuvieron gran acierto al alejarme del sitio, porque en verdad sentía ¡que mí alma se desgarraba!...






11

Abandonamos el cementerio.

Ni mamá ni papá cuestionaron nada, quizá consideraron que no era oportuno, a decir verdad, los tres viajábamos en silencio.


Ya más tranquila, pedí a mis padres que me dejaran en  el centro comercial. Ambos intercambiaron miradas, y casi al mismo tiempo me preguntaron si estaba segura; yo respondí afirmativamente.

-Sólo necesito distraerme unas horas-agregué-Estaré bien, lo prometo-.


A los pocos minutos, papá detuvo el coche cerca del acceso principal del estacionamiento, y me preguntó si quería que regresara más tarde por mí; me negué, asegurando que no había problema, y que volvería a casa en cuanto estuviera lista, si algo se ofrecía les llamaría; de cualquier manera, sabía muy bien que estarían ocupados el resto de la tarde como siempre.

-También de esto debo salir sola-pensé con resignación.

Bajé del auto y me despedí, los vi alejarse, no pude evitar experimentar cierta ansiedad, dudando de si había tomado la decisión adecuada, fue tan abrupto todo lo que se había desarrollado hacía menos de una hora; desgraciadamente mí memoria archivó cada segundo de lo ocurrido, podía escuchar nítidamente mi llanto desgarrador; al recordar el momento, mi corazón se aceleraba… ¿tristeza?, ¿temor?, no lo sabía…

De lo único que estaba segura, era que todas aquellas extrañas actitudes en mí debían frenar por mí propio bien; era verdaderamente una gran locura. De manera que haciendo un enorme esfuerzo para que el pasado se quedara en el lugar que le correspondía, me concentré en el momento, y me dirigí hacia la gran tienda, crucé el estacionamiento; tuve la impresión de que alguien me observaba con insistencia; busqué con los ojos pero nadie estaba ahí, era extraño.

Ignorando la idea de ser vigilada, atravesé el sitio con la mayor tranquilidad posible, a pesar de que durante mí trayecto, una sombra eclipsó los rayos del Sol, acompañándome hasta la entrada; fue muy raro porque en el cielo no había una sola nube. 

Me detuve un momento a pensar si lo habría imaginado, pues estaba demasiado aturdida aún.

-Debe ser a consecuencia de la última experiencia. Tranquila Amara, todo está bien ahora-me dije, respiré profundo, y  traté de enfocar toda mi atención en la cartelera  del cine.


Había películas de toda clase y género, pero la que más llamó mi atención fue una de corte “Cyberpunk”.

Tomé mi lugar en la fila de la taquilla, pero cuando llegó mi turno, me topé con la sorpresa de que la película estaba clasificada para mayores de 18 años, un detalle en el que no había reparado.

Desilusionada me senté en una banca cercana, desde ahí pude apreciar como ingresaban uno a uno a la sala de proyección.

-Qué estoy haciendo aquí, será mejor que regrese a casa-mascullé.

Entonces, una vez más sentí que alguien me vigilaba, no obstante, al revisar a mí alrededor me di cuenta que, a pesar de la multitud, nadie tenía puesta la mirada en mí.


Pasados algunos minutos, una mujer salida de no sé dónde se acercó, tenía un aspecto, digamos…poco común; utilizaba un walkman, vestía ropa casual, pero su cabello púrpura hacía juego con el color de  sus ojos, de piel muy blanca, sin gota de maquillaje, complexión extremadamente delgada, una figura casi quebradiza, y una espontánea y amplia sonrisa; expresión que permitía admirar unos dientes perfectos, blancos como perlas; con una fugaz observación, pude advertir que a la altura de su pecho llevaba un gafete que la identificaba como Fantasy Hanna.

-Interesante nombre-especulé.

La mujer me entregó un papel, e inmediatamente continuó su camino. Di un rápido vistazo al promocional; sorpresivamente, descubrí que mí mochila había desaparecido.

Busqué en el entorno, rápidamente identifiqué a la mujer de la sonrisa de perlas con mi mochila al hombro entre la gente; caminaba con paso rápido y seguro; le seguí de inmediato, de hecho corrí para darle alcance, pero lo único que logré fue que hiciera lo mismo hacía la parte trasera del centro comercial, lugar poco concurrido.

Al llegar yo al exterior, nada, como si se hubiera esfumado en el aire, sin embargo, mí mochila estaba abandonada a pocos pasos del lugar donde detuve mí loca carrera.

Revisé que todo su contenido estuviera en orden. Para mí sorpresa la mujer no tocó nada; al contrario, dejó un cartucho y un sistema portátil dentro.

Examiné a mí alrededor intentando ubicar a Fantasy Hanna; y después tomé tan peculiares objetos.

La consola de mano era de un diseño muy básico; pantalla, cruz direccional, un botón de acción, uno de apagado y encendido, espacio para dos baterías, y según pude concluir por la carencia de ranuras o puertos, con el juego ya integrado en la máquina.

El cartucho no era muy diferente a otros que conociera, verdaderamente, no era algo del otro mundo, lo insólito era que parecía ser compatible con el sistema que había adquirido recientemente, ¿sería alguna estrategia publicitaria?


FIN DE LA SEGUNDA PARTE


ABSTRACCIÓN BINARIA, 2008. Estudio Kyneema / Asociación Espinosa-Mascot.


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