Estudio Kyneema /
Asociación Espinosa-Mascot
Presentan
ABSTRACCIÓN
BINARIA
Segunda
Parte
Historia: Alan Espinosa M. /
Laura Mascot
Ilustración: Laura Mascot
05
Por fortuna, el modo
despertador del televisor se activó muy temprano, era domingo, seguramente
había olvidado desactivarlo la noche anterior, qué más daba, no tenía ninguna
intención de permanecer en la cama.
Aún no salía el Sol cuando
comencé a prepararme; resentida por la conversación del día anterior, tomé la
mochila, mis ahorros, y salí de casa sin
avisar..
Llegué hasta el parador, no había
mucha actividad en la calle, pronto apareció un transporte, lo abordé, y una
hora después descendí en un tianguis dominical, el más frecuentado por mi y el
más extenso de la ciudad; mi objetivo como todos los fines de semana era
encontrar nuevos juegos, figuras de acción, posters y revistas que tuvieran
relación con estos.
La visita me llevó algunas horas.
-El Sol está soberbio-comentó un
hombre.
-¡El calor está bien perro!-dijo
otro.
Sea cual fuere la expresión que
utilizaran, yo estaba de acuerdo, pues el calor aquel día era verdaderamente
insoportable, se dejaba sentir con tal fuerza que la piel me empezó a arder, lo
asombroso era que a pesar del insufrible calor, la gente iba y venía, emanaba
de todas partes sin llevar un rumbo fijo. Sin importar posición o clase social
el sudor y sus olores se mezclaban entre sí, hombres y mujeres formaban parte
de todo y nada, un verdadero espectáculo de contorsiones, empujones, insultos,
y mercado negro…
“Un rugido de león”, pero
proveniente de mí estomago, me hizo saber que era la hora del almuerzo, y me
recordó que había olvidado comer y merendar el día anterior; fiel a mí edad me
dirigí a la tienda más cercana a una cuadra de uno de los límites del tianguis;
pedí galletas, frituras y un jugo envasado.
Me disponía a salir de la tienda,
cuando descubrí una máquina de arcadia; la cual me atrajo como imán a un metal, al
acercarme hice un magnífico hallazgo, con gran satisfacción me di cuenta que
pertenecía al juego de plataformas “Karnov”. Esto me venía como anillo al dedo,
así que, utilizando todo el dinero que me había sobrado por la compra de mí
original refrigerio, puse en marcha el juego.
No tardé en quedar fuera de la
partida, pues aunque era muy hábil en los juegos caseros, los de monedas
representaban un reto diferente, el control me resultaba un poco
incómodo, no obstante, la simple idea de haber encontrado ésta maravilla me
motivó a seguir adelante.
Acabé en poco tiempo con las
monedas fraccionarias de cincuenta centavos que me habían sobrado, así que cambié algunos pesos, por más de aquellas pequeñas
monedas que significaban el pasé para continuar la diversión, cosa que no me sirvió de mucho, pues nuevamente quedé
fuera de combate, sin embargo, me divertí, así que el “Game Over” no me afectó.
-En fin, ya será para la
próxima-pensé, y salí del lugar para regresar al tianguis y continuar la valiosa búsqueda.
Estaba en la esquina esperando la
luz roja del semáforo, cuando dos sujetos aparentemente comunes se acercaron a
un vehículo estacionado a escasos metros de donde yo me encontraba, deduje que
no eran sus propietarios cuando uno de ellos sacó un gancho, y con el forzó la
puerta del lado del conductor, mientras que el otro a través de su celular se
comunicaba con alguien más; el tipo del gancho se dirigió a la cajuela, y esta
corrió la misma suerte que la puerta, de ella extrajo un pequeño cilindro de
gas y un desarmador, y con el mismo, comenzó a destornillar el radio del coche.
Sin despegar el teléfono de su
oreja, el hombre del celular se metió al automóvil y levantó la tapa que cubre
las bocinas en el asiento trasero, segundos después algo le dijo al que estaba
ocupado con el radio porque en ese momento este prácticamente lo arrancó, y
salieron a todo correr.
El robo había ocurrido en el
cruce de dos importantes avenidas en las que por supuesto el tráfico siempre
era fluido, además de la multitud que cotidianamente caminaba por la zona, y me sorprendió ver que nadie
haya intervenido, pero creo que fue porque sintieron lo mismo que yo…miedo…
Mi razonamiento me llevó a pensar
que estaba siendo juez y parte del mercado negro del tianguis dominical, pero
igual ingresé nuevamente a la multitud.
06
Ya confundida entre la
muchedumbre, alguien tiró de la manga de mi blusa.
-¡Amara!-dijo la voz.
Al darme vuelta, me encontré con
una niña de aproximadamente ocho años de edad; llevaba un vestido blanco como
el que las bisabuelas llamaban canesú, unas graciosas zapatillas del mismo
color de su vestido, era delgada, piel morena clara, pelo castaño, largo y bien
cuidado, ojos negros de mirar apacible, sonrisa tierna; aquel rostro me pareció
familiar, pero a pesar de mis intentos no fui capaz de ubicarlo.
-¡Hola Amara!, que alegría
encontrarte, ha pasado mucho tiempo-me dijo con voz infantil y sin dejar de
mirarme ni sonreír.
Considerando que tal vez me
confundía, y con tan poco ánimo por hacer nuevas amistades esa mañana, me porté
fría; la diferencia que había tenido con mis padres, y encima, el haber sido
testigo mudo de un robo, me hacían sentir perturbada, sin embargo, la niña
siguió insistiendo en que nos conocíamos.
-Soy Virginia, ¿no me
reconoces?-comentó.
-No-dije cortante.
-¿No me recuerdas?, si todo el
tiempo estuvimos juntas, compartiendo momentos especiales; somos las mejores
amigas-.
Mientras que yo la miraba
incrédula, la niña no paraba de hablar.
-Bueno…seguro que recuerdas tú
exposición individual de pintura, o el taller de computación en la Biblioteca
Pública; qué dices de los cursos de verano en el Museo de Historia Natural, o
cuando íbamos a la Unidad Deportiva con tus padres…-.
Yo seguía extrañada, y ella
tratando de convencerme.
-Recuerdas cuando nos llevaban a
las exposiciones y conferencias del Planetario; o los festejos del mejor promedio al término de
cada ciclo escolar. ¡Qué felices días!, ¡cuánto disfrutábamos!, ¿cómo podrías
haber olvidado todas esas cosas Amara?-.
Tuve la sensación de que sus
palabras estaban desnudando mi alma, herían las fibras más sensibles, removiendo recuerdos que
lastimaban.
La miré con gesto agrio, y una
mueca de enojo se dibujo en mí boca. Enseguida su semblante cambió.
-No entiendo por qué, pero creo
que en realidad me has olvidado-dijo con pesar-Tal vez fue a partir del premio
sorpresa que recibiste aquella tarde-agregó con desaliento.
Su mirada me decía que esperaba
que le dijera:
-Virginia, claro que te recuerdo, alguien tan importante para mí, cómo olvidarlo-.
Sin embargo, no sabía que
contestar; Virginia con infinita tristeza me miró unos segundos más, después
inclinó la cabeza, y se dio vuelta perdiéndose entre el gentío.
Instintivamente miré mi reloj de
pulso, eran las dos de la tarde.
-Qué encuentro más extraño-pensé.
Empezaba a sentirme realmente
aturdida; automáticamente busqué a la niña entre la multitud, o a quienes
pudieran estarla guiando a que me jugara aquella pesada broma, pero nada…
-¿Quién la trajo aquí?, debo tener
el doble de su edad, es imposible que me haya acompañado a todos esos lugares
que nombró, ¿quién le ha hablado tanto de mi?, es mi vida, no tenían derecho-me
dije molesta, y un sentimiento de inseguridad y miedo se apoderaron de mí.
Echando mano de todo mi coraje
murmuré:
-Virginia, no sé quién seas y no
me importa, broma o no, espero no volver a verte, yo vine aquí por un motivo
importante, y no a perder el tiempo por ti-.
En ese momento sentí dentro una especie de vacío y una profunda tristeza, pero sacudiendo la cabeza, me
confundí como Virginia entre la gente.
07
Ya para las tres de la tarde,
decepcionada por no haber encontrado algo que fuera enteramente satisfactorio,
decidí buscar en una de las calles que usualmente no me interesaban.
Iba un poco distraída aún, cuando
dos jóvenes mujeres se acercaron.
Eran de tez blanca, cabellera
rubia y rizada; sus rostros llamaban la atención por la cantidad de pecas que
tenían; su vestuario estaba compuesto por leotardos de manga larga en color
beige, jeans y tenis rojos; querían venderme un nuevo sistema de video, y eso
fue suficiente para que volviera a "la realidad".
Me aseguraban tener en sus manos
lo más sorprendente y avanzado en tecnología virtual, una consola que revolucionaría
para siempre la industria de los juegos caseros, MANIAC.
El conjunto estaba compuesto por
un visor con audífonos integrados, un par de guantes, un chaleco con función
vibradora, y dos sensores para los pies, todo en color negro a excepción de los
guantes cuyas palmas eran grises; por si fuera poco, el precio y garantía que
prometían eran sumamente tentadores; además, en la compra del sistema
recibiría, absolutamente gratis, el juego “Hard-War”, un shooter en primera
persona con dos héroes seleccionables, un robot de color azul, el masculino, y
uno de color rojo, el femenino.
Demasiado pronto cerramos el
trato, y convencida por el discurso maravilloso, salpicado con su divertido
buen humor, accedí a proporcionarles todo el dinero que llevaba en ese momento.
08
Cuando regresé a casa, cerca de
las cinco y treinta de la tarde, mis padres me recibieron como merecía, sobre
todo porque había salido sin avisar, y no me había reportado ninguna vez; como
era de esperarse, discutimos una vez más, pero en ésta ocasión, el mensaje de mí
padre fue más que contundente:
-¡Sabes qué, haz lo que quieras,
es tú vida!-.
Mis padres salieron de casa, y al
quedar sola me puse a pensar seriamente en lo que estaba ocurriendo; una parte
de mí estaba totalmente de acuerdo con los argumentos que me daban, pero por
otro lado, algo se encargaba de convencerme de que era yo quien tenía la razón,
y ellos por su parte eran incapaces de comprenderlo, eran unos necios, por no
entender lo mucho que los videojuegos significaban para mí.
Entre este colapso de ideas, fui
directo a mí habitación, ahí, consciente de que mis padres tardarían en volver,
decidí probar mí nueva adquisición, lo único que quería en ese momento era
olvidar todos mis problemas, y el extraño encuentro de aquel día.
Las instrucciones eran fáciles de
seguir, en un par de minutos el sistema estaba listo para ser puesto en uso. Lo
conecté a la corriente eléctrica, me puse el chaleco, los guantes, los sensores
para los pies, el visor, y presioné el botón de encendido.
El sistema… ¡no respondió!...me
quité el visor y revisé que todo hubiera sido conectado en el lugar
correspondiente; con enfado descubrí que era la máquina la que no funcionaba, sin
duda las “rubias simpáticas” no habían encontrado a alguien más imbécil que yo…
Di un fuerte golpe al aparato, me
sentía impotente, enfurecida conmigo misma, ¡cómo había podido ser tan
estúpida!, estaba en banca rota, y dueña de una máquina que no servía.
Me recosté sobre la cama, cerré
los ojos, y algunas lágrimas rodaron por mis mejillas…
09
Al fin llegó el lunes.
Asistí a la escuela por
costumbre, con absoluta ausencia de la magnífica actitud y entusiasmo que
antaño me caracterizaran; extrañamente, aquel lunes 19 de octubre mis padres se
encontraban a la hora de la comida en casa, acontecimiento que lejos de
parecerme genial me molestaba, porque mi padre casi no me dirigía la palabra,
mi madre intentando hacer menos frío y tenso el ambiente, era quien se mostraba
un poco más comprensiva conmigo, pero mi mal humor no cambiaba.
Después de la comida, mientras mí
padre veía un noticiero, me enteré que esa noche transmitirían un documental
enfocado a la evolución de los juegos de video; eso reforzó un poco mí ánimo, y
me hizo sentir menos miserable.
-¡Qué gran oportunidad!-pensé.
Hacía tiempo que quería ver algo
parecido, no debía perdérmelo por ningún motivo.
La hora tan esperada al fin
llegó, preparé unas palomitas, me serví refresco con suficientes cubos de
hielo, me saqué los zapatos, prácticamente salté al sofá, y sintonicé el canal
adecuado, ¡el programa había comenzado!
No bien terminaban los créditos
iniciales cuando el teléfono me sobresaltó; levanté el receptor esperando que
no fuera demasiada prolongada la interrupción, la voz de un hombre se dejó
escuchar al otro lado de la línea, dándome un mensaje que me heló la sangre,
Virginia había muerto a las dos de la tarde del día anterior; decidieron
comunicarme tan sorpresiva noticia porque mí número telefónico estaba anotado
en su diario, acompañado de la leyenda “Número telefónico de Amara, mí mejor y
única amiga”.
El mensaje me dejó sin habla;
hasta ese día ninguna película o novela de terror me habían causado tanto
impacto, después de que aquel hombre me informó la ubicación donde se llevaría
a cabo el funeral, cortó sin darme tiempo a reaccionar y preguntar quién era, o
si se trataba de una broma de mal gusto. A los pocos segundos de colgar
experimenté por segunda vez la rara sensación de vacío, acompañada de profunda
tristeza, ¿qué me estaba sucediendo?...
Mis ideas se volvieron confusas;
a las dos de la tarde del día anterior, Virginia estaba conmigo; había algo
más, por mucho que me esforcé, no pude ubicar dónde y cuándo la había conocido,
era menor que yo y conocía a la perfección lo vivido en mi infancia, además me
esperaban en su funeral como su mejor amiga; lo más inesperado era que sentía
la necesidad por asistir, era como si tuviera el compromiso de estar presente,
como si aquella desconocida niña hubiera formado realmente parte importante en
mi vida…
Eran ya pocas las ocasiones en
que charlaba con mamá o papá, discutíamos a menudo; debo reconocer que fui yo
quien un día tomó la determinación de no buscarlos más, pensando que ya no los
necesitaba, estaban fuera de mí mundo definitivamente, siempre tan ocupados,
que podía importarles lo que hiciera o dejara de hacer…pero que triste me
sentía cuando pensaba en que ellos tampoco aportaban mucho, no se esforzaban
por compartir tiempo conmigo. Según mi perspectiva, como padres tenían uno de
los hábitos más nefastos, hacerme sentir que sólo se enteraban de mí existencia
cuando hacía algo indebido.
Sin embargo, era tal mí
desasosiego con aquella llamada, que tuve que pedirles me acompañaran al día
siguiente al funeral de Virginia.
-Familiar cercano de una
compañera de escuela-expliqué sin profundizar en detalles.
Que caso tenía relatarles
extrañas historias, si ni yo mima entendía lo que estaba pasando; así que sólo
me limité a informarles la hora y el lugar.
10
Al día siguiente, estuvimos
presentes en el funeral de Virginia.
Insólitamente al observar a
nuestro alrededor, me percaté de que éramos las únicas personas ahí.
Mientras bajaban aquel blanco y
pequeño ataúd a su recinto definitivo, una parvada de aves negras sobrevolaron
el lugar, y de pronto, un viento intenso que llegó de no sé dónde, sacudió con
fuerza las ramas de los árboles cercanos a nosotros, provocando que, al impedir
que se me cayeran las flores y la tarjeta para Virginia, soltara una pequeña
cartera que me acompañaba desde niña, y que al abrirse, me permitió ver
perfectamente la fotografía que guardaba donde aparecíamos muy felices mis
padres y yo, en un centro de diversiones, cuando era pequeña.
El ataúd tocó fondo produciendo
un particular sonido, fue en ese momento que la extraña tristeza que venía
experimentando por fin llegó a su límite; enormes lágrimas distorsionaron mi
visión, y después rodaron por mis mejillas.
Fueron mis propios sollozos los
que rompieron el silencio de aquel lugar. Papá y mamá no se explicaban mi
reacción, sin embargo, tuvieron gran acierto al alejarme del sitio, porque en
verdad sentía ¡que mí alma se desgarraba!...
11
Abandonamos el cementerio.
Ni mamá ni papá cuestionaron
nada, quizá consideraron que no era oportuno, a decir verdad, los tres
viajábamos en silencio.
Ya más tranquila, pedí a mis
padres que me dejaran en el centro
comercial. Ambos intercambiaron miradas, y casi al mismo tiempo me preguntaron
si estaba segura; yo respondí afirmativamente.
-Sólo necesito distraerme unas
horas-agregué-Estaré bien, lo prometo-.
A los pocos minutos, papá detuvo
el coche cerca del acceso principal del estacionamiento, y me preguntó si
quería que regresara más tarde por mí; me negué, asegurando que no había
problema, y que volvería a casa en cuanto estuviera lista, si algo se ofrecía
les llamaría; de cualquier manera, sabía muy bien que estarían ocupados el
resto de la tarde como siempre.
-También de esto debo salir
sola-pensé con resignación.
Bajé del auto y me despedí, los
vi alejarse, no pude evitar experimentar cierta ansiedad, dudando de si había
tomado la decisión adecuada, fue tan abrupto todo lo que se había desarrollado
hacía menos de una hora; desgraciadamente mí memoria archivó cada segundo de lo
ocurrido, podía escuchar nítidamente mi llanto desgarrador; al recordar el
momento, mi corazón se aceleraba… ¿tristeza?, ¿temor?, no lo sabía…
De lo único que estaba segura,
era que todas aquellas extrañas actitudes en mí debían frenar por mí propio
bien; era verdaderamente una gran locura. De manera que haciendo un enorme
esfuerzo para que el pasado se quedara en el lugar que le correspondía, me
concentré en el momento, y me dirigí hacia la gran tienda, crucé el
estacionamiento; tuve la impresión de que alguien me observaba con insistencia; busqué con los ojos pero nadie estaba ahí, era extraño.
Ignorando la idea de ser
vigilada, atravesé el sitio con la mayor tranquilidad posible, a pesar de que
durante mí trayecto, una sombra eclipsó los rayos del Sol, acompañándome hasta
la entrada; fue muy raro porque en el cielo no había una sola nube.
Me detuve un momento a pensar si
lo habría imaginado, pues estaba demasiado aturdida aún.
-Debe ser a consecuencia de la
última experiencia. Tranquila Amara, todo está bien ahora-me dije, respiré
profundo, y traté de enfocar toda mi
atención en la cartelera del cine.
Había películas de toda clase y
género, pero la que más llamó mi atención fue una de corte “Cyberpunk”.
Tomé mi lugar en la fila de la
taquilla, pero cuando llegó mi turno, me topé con la sorpresa de que la
película estaba clasificada para mayores de 18 años, un detalle en el que no
había reparado.
Desilusionada me senté en una
banca cercana, desde ahí pude apreciar como ingresaban uno a uno a la sala de
proyección.
-Qué estoy haciendo aquí, será
mejor que regrese a casa-mascullé.
Entonces, una vez más sentí que
alguien me vigilaba, no obstante, al revisar a mí alrededor me di cuenta que, a
pesar de la multitud, nadie tenía puesta la mirada en mí.
Pasados algunos minutos, una
mujer salida de no sé dónde se acercó, tenía un aspecto, digamos…poco común;
utilizaba un walkman, vestía ropa casual, pero su cabello púrpura hacía juego
con el color de sus ojos, de piel muy
blanca, sin gota de maquillaje, complexión extremadamente delgada, una figura
casi quebradiza, y una espontánea y amplia sonrisa; expresión que permitía
admirar unos dientes perfectos, blancos como perlas; con una fugaz observación,
pude advertir que a la altura de su pecho llevaba un gafete que la identificaba
como Fantasy Hanna.
-Interesante nombre-especulé.
La mujer me entregó un papel, e
inmediatamente continuó su camino. Di un rápido vistazo al promocional;
sorpresivamente, descubrí que mí mochila había desaparecido.
Busqué en el entorno,
rápidamente identifiqué a la mujer de la sonrisa de perlas con mi mochila al
hombro entre la gente; caminaba con paso rápido y seguro; le seguí de
inmediato, de hecho corrí para darle alcance, pero lo único que logré fue que
hiciera lo mismo hacía la parte trasera del centro comercial, lugar poco
concurrido.
Al llegar yo al exterior, nada,
como si se hubiera esfumado en el aire, sin embargo, mí mochila estaba
abandonada a pocos pasos del lugar donde detuve mí loca carrera.
Revisé que todo su contenido
estuviera en orden. Para mí sorpresa la mujer no tocó nada; al contrario, dejó
un cartucho y un sistema portátil dentro.
Examiné a mí alrededor intentando
ubicar a Fantasy Hanna; y después tomé tan peculiares objetos.
La consola de mano era de un
diseño muy básico; pantalla, cruz direccional, un botón de acción, uno de
apagado y encendido, espacio para dos baterías, y según pude concluir por la carencia
de ranuras o puertos, con el juego ya integrado en la máquina.
El cartucho no era muy diferente
a otros que conociera, verdaderamente, no era algo del otro mundo, lo insólito
era que parecía ser compatible con el sistema que había adquirido recientemente,
¿sería alguna estrategia publicitaria?
FIN DE LA SEGUNDA
PARTE
ABSTRACCIÓN BINARIA, 2008. Estudio Kyneema / Asociación Espinosa-Mascot.
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