jueves, 17 de marzo de 2016

Abstracción Binaria - Parte 3/4 (Novela Corta)



Estudio Kyneema / Asociación Espinosa-Mascot
Presentan


ABSTRACCIÓN BINARIA
Tercera Parte




Historia: Alan Espinosa M. / Laura Mascot

Ilustración: Laura Mascot






12

El miércoles por la tarde, 24 horas después del funeral de Virginia, tuve uno de aquellos espacios reflexivos de gran angustia personal.

Para ahuyentar mi sentir, me puse a deambular por el lugar rara vez frecuentado por mí de nuestra hermosa casa, el desván. Buscaba desesperadamente una distracción, pero lo único que logré, fue toparme con un mueble en cuyos espacios estaban cuatro de mis muñecas preferidas, varios peluches, y una pelota azul, ya sin aíre.

Se dejaron venir como en avalancha todos los recuerdos, extrañé como nunca las risas y bromas de papá, los besos y abrazos de mamá, nunca la casa me había parecido tan vacía, de pronto se revelaba ante mí una de las verdades más grandes que existen, “Tener una casa, no significa tener un hogar”.


Esa misma tarde decidí encerrar en cajas de cartón aquellos juguetes, creyendo absurdamente que así los recuerdos no me dañarían más…


El teléfono de la sala comenzó a llamar con insistencia, descendí la escalera sin prisa, estaba demasiado triste para correr, después del quinto tono de llamada levanté el auricular, una vez más el hombre del que sólo conocía la voz se dejó escuchar.

-Es un mundo cruel-dijo el hombre.
-¿Cómo dice?-pregunté.
-Pero más crueles hemos sido nosotros-.
-No le entiendo, deme su nombre por favor-.
-Era tan obvio, tan lógico, ¿cómo no pudimos verlo?-.
-¿De qué habla?, ¿a qué se refiere?, señor, me está asustando-.
-Y ahora es tarde, ¡Virginia, Virginia, nuestra pobre niña!-dijo el hombre rompiendo en llanto.

No sabía qué contestar o qué pensar, yo en realidad no conocía a Virginia, y a pesar de eso al recordar el día que la tuve frente a mí, se me oprimía el corazón, y a mis ojos también llegaron las lágrimas; no hubo más palabras, segundos después el hombre simplemente cortó la llamada.

Necesitaba hablar con alguien sobre todo lo que me estaba ocurriendo, era urgente.

Abandoné el sofá, ya había empezado a oscurecer, me dirigí al interruptor de la sala  para encender la luz, el eco de mis propios pasos me recordó que como siempre… estaba sola en casa…

-¡Mamaaaaá…papaaaaá!, ¿por qué no están cuando los necesito?-grité en una extraña mezcla de enojo y tristeza.

Me apoyé en la pared, mis manos resbalaron lentamente sobre ella, al quedar acuclillada simplemente me eché a llorar amargamente.

Así transcurrieron varios minutos, poco a poco me fui calmando, y todo quedó en silencio; después, me sorprendí al escuchar a mi propia voz decir:

-¡De acuerdo, a mí tampoco me importan!-.

Me puse de pie, y fui en busca de la videoconsola  portátil que Fantasy Hanna dejara en mí mochila, creyendo ahuyentar mí tristeza, y distraer la molesta jaqueca que había iniciado.

Extraje un par de baterías de uno de los relojes de la casa y las coloqué en el aparato.

-No podrías estar presente en mejor momento-dije a la máquina.

El juego incluido en la portátil era un puzle, en blanco y negro, en el que se manipulaban una serie de figuras creadas por pequeños puntos; a grandes rasgos, el modo de juego era muy parecido al clásico “Tetris”, con la diferencia de que las piezas o figuras caían hacia el centro de la pantalla desde los cuatro lados de la misma, y no sólo de arriba hacia abajo cómo en el videojuego soviético.

Irónicamente, pese a la sencillez del juego, no fui tan hábil como imaginaba, y en poco tiempo el mensaje “Game Over” apareció en pantalla, lo intenté dos veces más, pero el resultado fue el mismo, el dolor de cabeza se intensificó.

-Por hoy ya fue suficiente,  quizá no es buena idea subestimar a los viejos adversarios-me dije sarcástica.

Aquella noche, me fui más temprano que de costumbre a la cama en un infantil intento por escapar de mi realidad.  






13

El viernes, a las seis de la tarde para ser exactos, después de pasar a la biblioteca, y solicitar dos libros de computación, llegué al parador, guardé los libros en la mochila, y extraje mí “nuevo” sistema portátil, pensando en armar las piezas del rompecabezas aquél.

En eso estaba cuando dos mujeres se detuvieron cerca del parador.

Yo no aparté mis ojos de la pantalla del videojuego, sin embargo, no pude evitar escuchar su conversación.

Una de ellas le hablaba a la otra de lo orgullosa que se encontraba de su pequeña hija, su buen comportamiento y sus calificaciones eran excelentes, había decidido recompensarle con algunos obsequios que pudieran motivarle a continuar con esa actitud.

-Las cosas en casa marchan muy bien, cuando nuestra hija nació, decidimos de común acuerdo con mi esposo que estaría dedicada de tiempo completo a mí familia; un niño necesita de muchos cuidados y amor. El trabajo de mi esposo ha permitido que vivamos sin presiones económicas, hemos procurado que en casa se respire ese ambiente de afecto y tranquilidad que desea y necesita cualquier persona-decía con entusiasmo la joven mujer que llevaba los obsequios, mientras la otra le sonreía con aprobación; la confianza que se percibía entre ellas denotaba que eran viejas amigas.

-Me alegra que todo vaya bien-dijo la otra con sinceridad-Agradezco el café,  y la invitación a las compras especiales, te llamo luego-.

Segundos después se despidieron.


Yo por mi parte, vi aparecer un letrero de “Game Over” en el centro de la pantalla del juego que sostenía en mis manos. Llevé el sistema de vuelta a mí mochila, mi espera se prolongaba.

-Poco tráfico-comentó la mujer, con la intención de ser amigable.
-Sí-contesté ásperamente, me puse de pie, y simplemente me alejé.


No había recorrido diez metros, cuando una inquietante sensación helada pareció atravesar todo mí cuerpo.

Giré la cabeza de vuelta en dirección al parador que había dejado hacia un momento, la mujer aún se encontraba cerca de él,  tranquilamente se acomodaba los paquetes de las compras realizadas; un envoltorio de confitería, gomitas de dulce en forma de frutillas, un estuche con pinceles, y pintura de gran variedad de colores, además un libro de cuentos infantiles.

De pronto, mí pulso se aceleró, y mis pupilas se dilataron al máximo porque como salido de la nada, un “ser” materializó su cuerpo al tiempo que caminaba hacia la mujer del parador; era de gran estatura, al menos dos metros, particularmente bizarro, su piel de una coloración anormal, blanquizca, como si jamás se hubiera expuesto a los rayos del Sol, sus movimientos eran perfectos, llenos de seguridad, determinación.

Su torso desnudo mostraba músculos impresionantes, vestía un pantalón de látex negro, botas y guantes electrónicos; todas las partes del equipo se encontraban conectadas a la parte posterior de su cabeza; no obstante, la característica más importante, era que la criatura no tenía rostro.

Mí reacción inmediata fue echarme a correr, pero quedé paralizada, una extraña fuerza me lo impidió, obligándome a ser  testigo de lo que vendría a continuación.

El ente extrajo de entre su escasa ropa un arma de fuego, se acercó a la mujer, quien  no percibió su presencia, porque continuaba con su importante labor; fue hasta que la criatura puso el cañón del arma en su frente cuando se percató.

El sujeto con frialdad jaló del gatillo; la última mirada de la mujer fue de total desconcierto, los objetos de las compras cayeron al suelo empapados en sangre, mientras ella se desplomaba dejando escapar el último de los paquetes a los que segundos antes se aferraba.


Quedé petrificada, no sabía cómo reaccionar, el terror se apoderó de mí cuerpo; la adrenalina me corrió vertiginosamente, gruesas gotas de sudor se deslizaron por mi frente y sienes; simultáneamente escuché a mi espalda la voz amable de una mujer llamando a su hija, y la risa cristalina y feliz de la niña; instintivamente volví la mirada pero no había nadie, después la risa se torno en un triste llanto.

Confundida busqué inútilmente el lugar de dónde provenía, mi mirada se dirigió nuevamente al parador, descubrí que la mujer y la criatura habían desaparecido sin dejar el menor rastro.

Cuando al fin pude reaccionar, vacilante regresé al parador, con la mirada continué buscando a mí alrededor a aquellos dos individuos, pero sólo vi un sitio vacío.

-Parece que necesitas tranquilizarte un poco-me dije-Tú cabeza comienza a dar vueltas más de lo normal; lo que menos necesitas es perder un tornillo o dos, tú familia no requiere de una lunática, eso puedo asegurártelo-.
-Tú qué sabes, esto ha sido demasiado real para ignorarlo-me respondí-¿No viste al tipo de negro?, era un asesino-.
-Tal vez, ¿o tal vez no?-.
-¿Lo dudas?, le disparó en la cabeza a la mujer-.
-Eso es lo que tú crees, tus ojos pueden engañarte-.
-Alguien más estuvo aquí-.
-Permíteme recordarte que no nos encontramos frente a ningún cadáver, y lo que es más importante, no existe el menor rastro de sangre sobre el pavimento; será mejor que vuelvas a casa amiga mía; relájate, lo que no te mata, no tiene porque hacerte daño-.

Sacudí la cabeza tratando de ordenar mis pensamientos, sin embargo, entre el barullo de ideas por extraño que parezca, recordé el promocional que me había dado Hanna el martes por la tarde, lo leí una vez más e hice un interesante hallazgo, el establecimiento pertenecía a las mujeres que me habían vendido el otro sistema, el nombre del lugar sin duda era bastante peculiar, “Crazy Games”.






14

Invertí parte de la mañana de aquél sábado, 24 de octubre, convenciéndome de que no estaba perdiendo la razón, era sólo que la carga emocional que tenía a cuestas estaba pesando demasiado, necesitaba tomar las cosas con menos seriedad; así que desempolvando mi equipo de pintura, estuve esforzándome por darle forma a una composición donde aparecíamos papá, mamá y yo, disfrutando de una excelente parrillada en nuestro jardín.

Sin embargo, lejos de ayudar, la actividad comenzó a incomodarme, me parecía difícil, sin razón; mis manos no parecía actuar de acuerdo a mis pensamientos, los trazos eran terribles, por más que me esforzaba no lograba conseguir un buen dibujo. Y así, hoja tras hoja, quebré una y otra vez la punta del lápiz con el que trabajaba, y al igual que el lápiz, se fue quebrando mí ánimo.


Ese mismo día hice una visita a Crazy Games, el lugar estaba ubicado en el sótano del  área del estacionamiento de un centro comercial.

Justo cuando llegué, cerca del acceso principal del local, encontré a las chicas que me habían vendido el aparato dañado; discutían sobre algún asunto referente al establecimiento, entonces supuse que las rubias de cabello rizado no eran sólo empleadas.

Decidí esperar un poco antes de acercarme a ellas, lo que menos quería era interrumpirlas; tal vez, de alguna forma, ambas me hacían olvidar mis experiencias nada envidiables, porque más que un altercado, sus diferencias parecían el extracto de una película de Oliver Hardy y Stan Laurel.

Por lo que alcancé a escuchar, el motivo de su particular controversia era la desaparición de la publicidad que habían mandado imprimir recientemente. Al ver que su discusión no parecía tener fin, me vi obligada a llamar su atención.

Reclamé que el aparato que tanto me habían promocionado, y por el cual pagué con los ahorros de toda mi vida, no respondía a la señal de encendido, y que además había ganado una fuerte reprimenda de mis padres.

En casos así es poco común que los vendedores se muestren tan respetuosos al escuchar la queja del comprador, pero por lo visto tuve  suerte, pues fui atendida con amabilidad y cortesía por aquellos singulares personajes, quienes por cierto resultaron ser hermanas; una un poco mayor en edad, ambas de complexión delgada pero la más grande un poco menos que la otra.

-Pero no estás enojada ¿cierto?-preguntó la más grande-Soy Luisa, ella es María-.
-¿A ti cómo te llaman?-preguntó la otra.
-Me llamo Amara-contesté.
-¿Cómo lo haces?, enséñame-intervino Luisa.
-¿Hacer qué?-contesté.
-Llamarte a ti misma, y acudir al llamado-.
-Luisa no empieces-interrumpió María.
-Ya, ya-.
-¿Dijiste Amara, verdad?-interrogó María.
-Sí-respondí.
-Nombre interesante… ¿No has pensado en cambiártelo?-agregó Luisa, y me sonrió.

Después de algunos minutos, tenía la sensación de conocer a aquellas dos de toda la vida.

Empecé a  sentirme relajada, en realidad bastante tranquila. 

Con gesto afable Luisa y María insistieron en que no debía preocuparme.

-La vida es para disfrutarla, sólo necesitas saberla vivir, no existe razón poderosa para desperdiciarla con preocupaciones-dijo Luisa.
-“Vida es vida”-agregó María, y e inmediatamente retomaron el asunto por el cual yo estaba ahí.

La garantía del aparato cubría ese tipo de imprevistos. Después de las respectivas aclaraciones, aproveché la ocasión para mostrarles la consola portátil y el cartucho que habían sido puestos en mí mochila, me interesaba esclarecer algunas dudas.

Luisa tomó el cartucho, María la consola, examinaron detenidamente los objetos, intercambiaron impresiones y llegaron a la conclusión de que se trataba de material “No Oficial”.

-¿No oficial?, ¿eso qué significa?-pregunté con curiosidad.
-Es simple-contestó Luisa-Los juegos no oficiales son aquellos lanzados por una empresa X, para un sistema determinado, sin que la firma responsable de dicho sistema autorice su lanzamiento y distribución-.
-En algunas ocasiones la marca autorizada ni siquiera es consciente de la existencia de estos juegos; pues su introducción en el mercado se hace de forma ilegal, a espaldas de las leyes de restricción-agregó María.
-Efectivamente-dijo Luisa-Si estamos en lo correcto, podemos asegurarte que no sería la primera vez que ocurre algo parecido; ¿Recuerdas los de principios de ésta década para cierta consola de 8 bits?-preguntó Luisa a María.
-¿Te refieres a los de contenido “Erótico” producidos por Panesian?-.
-Qué por cierto, no son nada comparado con lo que se puede encontrar ahora, ¿conoces otros?-cuestionó Luisa nuevamente.
-Mmmmm….bueno, mi memoria dice que los juegos de temática religiosa de la compañía Wisdom Tree-.
-Cierto, muy cierto, ese es un buen ejemplo de juegos no autorizados-asintió Luisa enfáticamente.
-¿Y la consola?-pregunté yo.
-Va por una línea similar-mencionó María-Parece un sistema fabricado por alguna compañía extranjera de “dudosa calidad”-.
-Y lo decimos sin intensión de ofender-concluyó Luisa haciendo un guiño.


Lo que Luisa y María no pudieron descubrir fue la marca responsable de la producción del material analizado, pues carecían de un nombre y un sello comercial.

-En el caso del cartucho, correspondiendo a un sistema tan nuevo, es un poco difícil saber a qué tipo de compañía pertenece su fabricación-comentó Luisa.

Revisaron una vez más el juego con detenimiento, intercambiaron miradas, fue María la que rompió el silencio.

-Espera aquí, no te vayas-me dijo María, y se dirigieron a la parte trasera del establecimiento con el cartucho, el MANIAC, y la portátil.






15

Las chicas tardaban demasiado, así que decidí recorrer el amplio lugar; encontré todo tipo de videojuegos clásicos. Tan impresionante colección, hacía lucir la mía como la de una simple aficionada; los 32 con los que yo contaba no se comparaban ni de broma a los 4096 que aproximadamente calculé, y de la mayoría de los cuales desconocía su existencia, además, sobre las paredes descubrí que pendían anuncios de juegos específicos, era un deleite encontrarme en ese sitio.

En uno de los rincones había unas máquinas de arcadia, entre ellas el juego estereográfico “Time Traveler”, el original “Donkey Kong” de 1981, el juego de plataformas “I, Robot”, y el Shoot’em up “Centipede”; mi curiosidad me invitó a  probar este último, después de todo, no había mejor forma de pasar el tiempo ahí; me sorprendí gratamente al descubrir que la máquina funcionaba a la perfección, tal parecía que los años no habían pasado por ella.

A pesar de la gran sencillez de los gráficos y el sonido, el juego me resultaba bastante atractivo; al poco tiempo, Luisa y María regresaron con todo mi equipo y un libro.

-Hicimos los ajustes adecuados a tu consola, ten por seguro que no te dará más problemas, en Crazy Games el cliente es primero-dijo María.
-Pensamos que esto puede serte de utilidad-comentó Luisa, ofreciéndome el libro.
-Es un libro de programación básica, puede ayudarte a crear videojuegos con base en palabras-.
-¿Qué hay de lo demás?- pregunté.
-Después de un “exhaustivo” análisis, no vemos ninguna razón para que no los conserves-comentó Luisa.
-Exacto-dijo María-Quién sabe, con un poco de suerte puede volverse de colección, este mundo es un lugar raro-.
-¿Qué rumbo llevas?, es la hora de nuestro refrigerio, ¿quieres venir?-me preguntó Luisa.

No teniendo nada mejor que hacer, accedí, y las tres abandonamos el establecimiento.


En uno de los pasillos del centro comercial, un hombre sobre un improvisado escenario habló de la siguiente forma.

-Buenas tardes, llegó el momento que todos estaban esperando, es tiempo de la diversión, de la “Hora Feliz”-.

La Hora Feliz, espacio durante el día en que las personas podían demostrar sus habilidades “artísticas” sobre el escenario.

Luisa y María intercambiaron un par de miradas por unos instantes, después María extrajo de su mochila un disco compacto.

En realidad no entraba en mis planes regresar temprano a casa, así que ésta oportunidad me pareció un buen pretexto para no hacerlo.

Nos dirigimos al lugar donde se encontraba el anunciador, y la pareja de hermanas  le pidió que reprodujera la primera pista de su CD.

Una melodía comenzó a sonar, era un ritmo contagioso, una canción bastante apropiada para ese par de hermanas amantes de los videojuegos, “Pac-Man Fever”.

Debo reconocerlo, no lo hacían nada mal, sabían cómo llevar apropiadamente el ritmo; pronto llamaron la atención de las personas. Es más, me invitaron a subir al escenario, propuesta que no rechacé, pues existía algo en aquella pareja que me hacía sentir muy bien.

Cuando la melodía llegó a su fin, los aplausos no se hicieron esperar, bajamos del escenario, Luisa y María me agradecieron la colaboración con una de sus  encantadoras sonrisas, pero la situación no terminó ahí, por si fuera poco, la singular pareja me invitó a comer a un lugar que yo conocía muy bien, Happy Pizza, las cosas marchaban mejor de lo que yo esperaba.

-¿De qué sabor quieres la pizza?-me preguntó Luisa.
-No estoy segura; ¿qué sabor les gusta a ustedes?-.
-Nosotras comemos de todos los sabores y colores, aquí son buenos en el oficio-comentó María-Pero en éste caso, tú eres nuestra invitada, lo correcto es que elijas-.
-En efecto-agregó Luisa-¿Cuál es tú preferida?-.
-Al pastor-contesté.
-Perfecto-dijo finalmente Luisa, para después dirigirse a la empleada-Una pizza familiar al pastor, refresco, y tres órdenes de “bolitas” de papa con queso-.

-Justo lo que necesito-pensé.






16

Después de ordenar, nos dirigimos al área de mesas, la clientela era poca, así que María tuvo la oportunidad de elegir la que más le agradó.

-Debe ser la mejor ubicada, la de mejor vista-decía alegremente.

-¿Así que los juegos fueron  puestos en tú mochila a propósito?-preguntó Luisa.
-Ignoro las verdaderas intenciones-comenté-Sólo tengo claro que ahora, de alguna forma…soy responsable de ellos-.
-Hecho extraño-agregó María.
-No más extraño que la historia del “Polybius”-dijo Luisa.
-¿Po…lybius?, ¿Qué es eso?- pregunté.
-No le hagas caso-intervino María-Es sólo una broma-.
-¿Broma?, el Polybius no es una broma-indicó en tono serio Luisa.
-Por favor, ¿Arcades que inducen al suicidio?, ¿quién ha escuchado hablar de semejantes pen…sansamientos?-.
-Yo no-respondí.
-Lo ves-dijo Luisa-Es nuestro deber, qué digo nuestro deber, nuestra obligación ponerla al tanto de los hechos, para evitar futuros momentos desagradables-.
-¿Será?-interrogó María.
-Por supuesto, las videojugadoras debemos permanecer siempre unidas-.
-No se diga más, me acabas de dejar fuera de combate-.


Una vez que estuvieron de acuerdo, Luisa y María hablaron de la siguiente manera.

-Lo que estamos a punto de contarte, es información confidencial-dijo Luisa.
-¿Confidencial?-preguntó María-No creo que algo que circula públicamente en internet sea muy confidencial, además, no pasa de ser una “leyenda urbana”-.
-Pues leyenda y todo, pero ha tenido sus repercusiones; y está por demás decirlo, pero el mundo de los videojuegos no ha vuelto a ser el mismo desde entonces; además, todas las leyendas tiene algo de verídico-.
-Bueno, en eso tienes toda la razón-.


La pareja de hermanas inició su peculiar narración, una especie de drama juvenil, con tientes fantásticos; y debo admitirlo, sabían darle mucho “sabor” a lo que contaban, la forma en que se alternaban la narrativa la hacía aún más interesante, le daba el toque adecuado.

-La historia va más o menos así-dijo María-Era el final de la primavera de 1981, en los días en que los chicos y jóvenes pasaban sus fines de semana en los salones de máquinas recreativas jugando, sanamente, títulos tan entretenidos y adictivos como Pac-Man, Asteroids, Space Invaders, Galaxian, entre otros tantos de los que ahora llamamos clásicos, o cariñosamente “viejitos, pero bonitos”-.

Luisa intervino entusiasmada:

-Créelo o no, pero en esa época era algo realmente impresionante ver un mundo o espacio “no físico” en el que tú podías interactuar con sólo apretar un botón o mover una palanca. Para nosotras, la analogía es la siguiente, en el cine y la televisión tú sólo eres el espectador de una historia previamente hecha, puedes verla una y otra vez, y siempre será la misma, pasarán las mismas cosas, y no hay nada que puedas hacer para cambiarlas, pero en un juego de video, cada partida es diferente, única e irrepetible, algunas buenas y otras no tanto, pero siempre únicas; quizás suene exagerado, pero es lo más parecido a una segunda vida; así que como podrás imaginar, una propuesta como esa, hace casi veinte años, era algo como para alucinar-.

-Pero volviendo a nuestra historia-dijo María-Cierta mañana, en la ciudad de Pórtland, estado de Oregon, en los Estados Unidos de Norteamérica, un grupo de hombres a bordo de un pequeño camión habían estado muy ocupados desde temprano, convenciendo a los dueños de algunos salones recreativos para que incluyeran en su catálogo el prototipo de una nueva cabina de juego llamada “Polybius”; o “Mad Poly”, como la conocemos ciertos usuarios en círculos especializados-.

-La idea, como es de suponer-intervino Luisa-Era dejar el prototipo en manos del público por algunos días, con la finalidad de ver y registrar la aceptación e impacto del mismo entre quienes frecuentaban aquellos lugares, y si el viento soplaba a su favor, tal vez, iniciar posteriormente la producción a gran escala pero…. nadie podía imaginar lo que vendría después…-.

Tragué el trozo de pizza que tenía en la boca, y sin parpadear la miré expectante, María continuó:

-Las características físicas de la máquina varían un poco de acuerdo a la fuente que te proporcione la versión de ésta historia, pero la mayoría coincide al describirla, como un típico Arcade de la época, en color negro, ya sabes, con una resistente base de madera para soportar el peso de la consola-.

-Y las patadas, y manotazos de los jugadores iracundos, no lo olvides-agregó Luisa, poniéndose de pié simulando el hecho.
-¡No interrumpas!-le dijo María, y continúo la descripción-Un monitor analógico, y un tablero de mando compuesto sólo por una palanca y un botón, todo enmarcado en un atractivo diseño “futurista” de bordes redondeados; ¡oh!, sí, y con el extraño nombre del juego ubicado en uno de sus costados-.

-Por otra parte-intervino Luisa-Se ha dicho que el sistema de juego era muy parecido al del clásico shooter “Tempest”, un juego de disparos con perspectiva de primera persona, basado en gráficos vectoriales multicolores, en el que el jugador mueve su área de ataque alrededor de un escenario fijo que asemeja un túnel, con la finalidad de derribar a los enemigos que vienen hacia él o ella; con la pequeña diferencia de que en Polybius, era el escenario el que giraba alrededor del jugador, y según parece con brillantes efectos lumínicos, y extraños fondos en movimiento incluidos; en otras palabras, toda una fantasía “Psicotrónica”…-.

Ya para estas alturas del relato yo estaba más que alucinada con la historia.

-El asunto es-continúo María-Que en el transcurso del día la cabina poco a poco empezó a llamar la atención de los jóvenes clientes, quienes probaban sus habilidades enfrentando al nuevo “adversario” recién llegado a la ciudad, que por cierto, resultaba más difícil de vencer que lo esperado. Es justo en este punto donde la leyenda da un extraño giro-.
-Como los de la pantalla de ese Arcade-intervino Luisa.
-Sí-confirmó María-Después de haber jugado, algunos usuarios comenzaron a presentar malestares como nauseas, mareos, dolores de cabeza, e incluso vómito, síntomas atribuidos principalmente a la fuerte radiación de los colores y gráficos puestos en pantalla-.

-En casos un poco más extremos-continuó Luisa-otras personas creen haber visto rostros distorsionados al desenfocar la mirada y escuchar mensajes “subliminales”, como voces pidiendo auxilio y gritos de dolor entre los efectos sonoros del juego, o incluso sentir la imperiosa necesidad de causarse daño físico; pero todas esas declaraciones se dieron a conocer hasta mucho tiempo después-.

-Por último-dijo María-Está el hecho de que, según otros testimonios, la exposición al juego generaba la pérdida temporal de la memoria, provocando que ciertos jugadores no fueran capaces de recordar cómo habían vuelto a casa, o ni siquiera acordarse de que habían probado suerte con el mencionado Arcade.

-Aunado a esta encantadora historia, tenemos el informe de que un equipo de personas llevó un registro exacto de todo lo que pasó alrededor del aparato-.

-Fue el día posterior al estreno de Polybius, cuando una perturbadora noticia estremeció los salones recreativos; una adolescente había muerto; las circunstancias no están del todo claras, las historias a veces rozan lo inverosímil, pero la hipótesis más aceptada es que fue víctima de un ataque epiléptico, justo después de haber estado en contacto con la máquina-.

-Es de suponer que fueron los propios dueños de las salas recreativas quienes pidieron que las máquinas fueran retiradas de sus establecimientos, temerosos de que el incidente volviera a repetirse, que fueran involucrados en alguna cuestión legal, o en algo peor, si es que nos vamos por la versión más fantástica-dijo Luisa.

-Lo último de lo que se tiene noticia, es que las cabinas fueron a parar al mismo camión que las había distribuido la mañana del día anterior; lo demás son meras conjeturas-concluyó María.


El alimento, el ambiente, la charla, todos los elementos del universo estaban confabulados en mí beneficio; fue una verdadera pena la despedida.

La pareja de hermanas una vez más agradeció mí “servicio social”, y ambas me ofrecieron su amistad.

-Regresa pronto-dijeron al unísono.
-Sin duda-contesté yo, y en seguida se perdieron entre la multitud.


FIN DE LA TERCERA PARTE


ABSTRACCIÓN BINARIA, 2008. Estudio Kyneema / Asociación Espinosa-Mascot.


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