Estudio Kyneema /
Asociación Espinosa-Mascot
Presentan
ABSTRACCIÓN
BINARIA
Tercera
Parte
Historia: Alan Espinosa M. /
Laura Mascot
Ilustración: Laura Mascot
12
El miércoles por la tarde, 24
horas después del funeral de Virginia, tuve uno de aquellos espacios reflexivos
de gran angustia personal.
Para ahuyentar mi sentir, me puse
a deambular por el lugar rara vez frecuentado por mí de nuestra hermosa casa,
el desván. Buscaba desesperadamente una distracción, pero lo único
que logré, fue toparme con un mueble en cuyos espacios estaban cuatro de mis
muñecas preferidas, varios peluches, y una pelota azul, ya sin aíre.
Se dejaron venir como en
avalancha todos los recuerdos, extrañé como nunca las risas y bromas de papá,
los besos y abrazos de mamá, nunca la casa me había parecido tan vacía, de
pronto se revelaba ante mí una de las verdades más grandes que existen, “Tener
una casa, no significa tener un hogar”.
Esa misma tarde decidí encerrar
en cajas de cartón aquellos juguetes, creyendo absurdamente que así los
recuerdos no me dañarían más…
El teléfono de la sala comenzó a
llamar con insistencia, descendí la escalera sin prisa, estaba demasiado triste
para correr, después del quinto tono de llamada levanté el auricular, una vez
más el hombre del que sólo conocía la voz se dejó escuchar.
-Es un mundo cruel-dijo el
hombre.
-¿Cómo dice?-pregunté.
-Pero más crueles hemos sido
nosotros-.
-No le entiendo, deme su nombre
por favor-.
-Era tan obvio, tan lógico, ¿cómo
no pudimos verlo?-.
-¿De qué habla?, ¿a qué se
refiere?, señor, me está asustando-.
-Y ahora es tarde, ¡Virginia,
Virginia, nuestra pobre niña!-dijo el hombre rompiendo en llanto.
No sabía qué contestar o qué
pensar, yo en realidad no conocía a Virginia, y a pesar de eso al recordar el
día que la tuve frente a mí, se me oprimía el corazón, y a mis ojos también
llegaron las lágrimas; no hubo más palabras, segundos después el hombre
simplemente cortó la llamada.
Necesitaba hablar con alguien
sobre todo lo que me estaba ocurriendo, era urgente.
Abandoné el sofá, ya había
empezado a oscurecer, me dirigí al interruptor de la sala para encender la luz, el eco de mis propios
pasos me recordó que como siempre… estaba sola en casa…
-¡Mamaaaaá…papaaaaá!, ¿por qué no
están cuando los necesito?-grité en una extraña mezcla de enojo y tristeza.
Me apoyé en la pared, mis manos
resbalaron lentamente sobre ella, al quedar acuclillada simplemente me eché a
llorar amargamente.
Así transcurrieron varios
minutos, poco a poco me fui calmando, y todo quedó en silencio; después, me
sorprendí al escuchar a mi propia voz decir:
-¡De acuerdo, a mí tampoco me
importan!-.
Me puse de pie, y fui en busca de
la videoconsola portátil que Fantasy
Hanna dejara en mí mochila, creyendo ahuyentar mí tristeza, y distraer la
molesta jaqueca que había iniciado.
Extraje un par de baterías de uno
de los relojes de la casa y las coloqué en el aparato.
-No podrías estar presente en
mejor momento-dije a la máquina.
El juego incluido en la portátil
era un puzle, en blanco y negro, en el que se manipulaban una serie de figuras
creadas por pequeños puntos; a grandes rasgos, el modo de juego era muy parecido
al clásico “Tetris”, con la diferencia de que las piezas o figuras caían hacia
el centro de la pantalla desde los cuatro lados de la misma, y no sólo de
arriba hacia abajo cómo en el videojuego soviético.
Irónicamente, pese a la sencillez
del juego, no fui tan hábil como imaginaba, y en poco tiempo el mensaje “Game
Over” apareció en pantalla, lo intenté dos veces más, pero el resultado fue el
mismo, el dolor de cabeza se intensificó.
-Por hoy ya fue suficiente, quizá no es buena idea subestimar a los
viejos adversarios-me dije sarcástica.
Aquella noche, me fui más
temprano que de costumbre a la cama en un infantil intento por escapar de mi
realidad.
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El viernes, a las seis de la
tarde para ser exactos, después de pasar a la biblioteca, y solicitar dos
libros de computación, llegué al parador, guardé los libros en la mochila, y
extraje mí “nuevo” sistema portátil, pensando en armar las piezas del
rompecabezas aquél.
En eso estaba cuando dos mujeres
se detuvieron cerca del parador.
Yo no aparté mis ojos de la
pantalla del videojuego, sin embargo, no pude evitar escuchar su conversación.
Una de ellas le hablaba a la otra
de lo orgullosa que se encontraba de su pequeña hija, su buen comportamiento y
sus calificaciones eran excelentes, había decidido recompensarle con algunos
obsequios que pudieran motivarle a continuar con esa actitud.
-Las cosas en casa marchan muy
bien, cuando nuestra hija nació, decidimos de común acuerdo con mi esposo que
estaría dedicada de tiempo completo a mí familia; un niño necesita de muchos
cuidados y amor. El trabajo de mi esposo ha permitido que vivamos sin presiones
económicas, hemos procurado que en casa se respire ese ambiente de afecto y
tranquilidad que desea y necesita cualquier persona-decía con entusiasmo la
joven mujer que llevaba los obsequios, mientras la otra le sonreía con
aprobación; la confianza que se percibía entre ellas denotaba que eran viejas
amigas.
-Me alegra que todo vaya
bien-dijo la otra con sinceridad-Agradezco el café, y la
invitación a las compras especiales, te llamo luego-.
Segundos después se despidieron.
Yo por mi parte, vi aparecer un
letrero de “Game Over” en el centro de la pantalla del juego que sostenía en
mis manos. Llevé el sistema de vuelta a mí mochila, mi espera se prolongaba.
-Poco tráfico-comentó la mujer,
con la intención de ser amigable.
-Sí-contesté ásperamente, me puse
de pie, y simplemente me alejé.
No había recorrido diez metros,
cuando una inquietante sensación helada pareció atravesar todo mí cuerpo.
Giré la cabeza de vuelta en
dirección al parador que había dejado hacia un momento, la mujer aún se
encontraba cerca de él, tranquilamente
se acomodaba los paquetes de las compras realizadas; un envoltorio de confitería,
gomitas de dulce en forma de frutillas, un estuche con pinceles, y pintura de
gran variedad de colores, además un libro de cuentos infantiles.
De pronto, mí pulso se aceleró, y
mis pupilas se dilataron al máximo porque como salido de la nada, un “ser”
materializó su cuerpo al tiempo que caminaba hacia la mujer del parador; era de
gran estatura, al menos dos metros, particularmente bizarro, su piel de una
coloración anormal, blanquizca, como si jamás se hubiera expuesto a los rayos
del Sol, sus movimientos eran perfectos, llenos de seguridad, determinación.
Su torso desnudo mostraba
músculos impresionantes, vestía un pantalón de látex negro, botas y guantes
electrónicos; todas las partes del equipo se encontraban conectadas a la parte
posterior de su cabeza; no obstante, la característica más importante, era que
la criatura no tenía rostro.
Mí reacción inmediata fue echarme
a correr, pero quedé paralizada, una extraña fuerza me lo impidió, obligándome
a ser testigo de lo que vendría a
continuación.
El ente extrajo de entre su
escasa ropa un arma de fuego, se acercó a la mujer, quien no percibió su presencia, porque continuaba
con su importante labor; fue hasta que la criatura puso el cañón del arma en su
frente cuando se percató.
El sujeto con frialdad jaló del
gatillo; la última mirada de la mujer fue de total desconcierto, los objetos de
las compras cayeron al suelo empapados en sangre, mientras ella se desplomaba
dejando escapar el último de los paquetes a los que segundos antes se aferraba.
Quedé petrificada, no sabía cómo
reaccionar, el terror se apoderó de mí cuerpo; la adrenalina me corrió
vertiginosamente, gruesas gotas de sudor se deslizaron por mi frente y sienes;
simultáneamente escuché a mi espalda la voz amable de una mujer llamando a su
hija, y la risa cristalina y feliz de la niña; instintivamente volví la mirada
pero no había nadie, después la risa se torno en un triste llanto.
Confundida busqué inútilmente el
lugar de dónde provenía, mi mirada se dirigió nuevamente al parador, descubrí
que la mujer y la criatura habían desaparecido sin dejar el menor rastro.
Cuando al fin pude reaccionar,
vacilante regresé al parador, con la mirada continué buscando a mí alrededor a
aquellos dos individuos, pero sólo vi un sitio vacío.
-Parece que necesitas
tranquilizarte un poco-me dije-Tú cabeza comienza a dar vueltas más de lo
normal; lo que menos necesitas es perder un tornillo o dos, tú familia no
requiere de una lunática, eso puedo asegurártelo-.
-Tú qué sabes, esto ha sido
demasiado real para ignorarlo-me respondí-¿No viste al tipo de negro?, era un
asesino-.
-Tal vez, ¿o tal vez no?-.
-¿Lo dudas?, le disparó en la
cabeza a la mujer-.
-Eso es lo que tú crees, tus ojos
pueden engañarte-.
-Alguien más estuvo aquí-.
-Permíteme recordarte que no nos
encontramos frente a ningún cadáver, y lo que es más importante, no existe el
menor rastro de sangre sobre el pavimento; será mejor que vuelvas a casa amiga
mía; relájate, lo que no te mata, no tiene porque hacerte daño-.
Sacudí la cabeza tratando de
ordenar mis pensamientos, sin embargo, entre el barullo de ideas por extraño
que parezca, recordé el promocional que me había dado Hanna el martes por la
tarde, lo leí una vez más e hice un interesante hallazgo, el establecimiento
pertenecía a las mujeres que me habían vendido el otro sistema, el nombre del
lugar sin duda era bastante peculiar, “Crazy Games”.
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Invertí parte de la mañana de
aquél sábado, 24 de octubre, convenciéndome de que no estaba perdiendo la
razón, era sólo que la carga emocional que tenía a cuestas estaba pesando
demasiado, necesitaba tomar las cosas con menos seriedad; así que desempolvando
mi equipo de pintura, estuve esforzándome por darle forma a una composición
donde aparecíamos papá, mamá y yo, disfrutando de una excelente parrillada en
nuestro jardín.
Sin embargo, lejos de ayudar, la
actividad comenzó a incomodarme, me parecía difícil, sin razón; mis manos no
parecía actuar de acuerdo a mis pensamientos, los trazos eran terribles, por
más que me esforzaba no lograba conseguir un buen dibujo. Y así, hoja tras
hoja, quebré una y otra vez la punta del lápiz con el que trabajaba, y al igual
que el lápiz, se fue quebrando mí ánimo.
Ese mismo día hice una visita a
Crazy Games, el lugar estaba ubicado en el sótano del área del estacionamiento de un centro
comercial.
Justo cuando llegué, cerca del
acceso principal del local, encontré a las chicas que me habían vendido el
aparato dañado; discutían sobre algún asunto referente al establecimiento,
entonces supuse que las rubias de cabello rizado no eran sólo empleadas.
Decidí esperar un poco antes de
acercarme a ellas, lo que menos quería era interrumpirlas; tal vez, de alguna
forma, ambas me hacían olvidar mis experiencias nada envidiables, porque más
que un altercado, sus diferencias parecían el extracto de una película de
Oliver Hardy y Stan Laurel.
Por lo que alcancé a escuchar, el
motivo de su particular controversia era la desaparición de la publicidad que
habían mandado imprimir recientemente. Al ver que su discusión no parecía tener
fin, me vi obligada a llamar su atención.
Reclamé que el aparato que tanto
me habían promocionado, y por el cual pagué con los ahorros de toda mi vida, no
respondía a la señal de encendido, y que además había ganado una fuerte
reprimenda de mis padres.
En casos así es poco común que
los vendedores se muestren tan respetuosos al escuchar la queja del comprador,
pero por lo visto tuve suerte, pues fui
atendida con amabilidad y cortesía por aquellos singulares personajes, quienes
por cierto resultaron ser hermanas; una un poco mayor en edad, ambas de
complexión delgada pero la más grande un poco menos que la otra.
-Pero no estás enojada
¿cierto?-preguntó la más grande-Soy Luisa, ella es María-.
-¿A ti cómo te llaman?-preguntó
la otra.
-Me llamo Amara-contesté.
-¿Cómo lo haces?,
enséñame-intervino Luisa.
-¿Hacer qué?-contesté.
-Llamarte a ti misma, y acudir al
llamado-.
-Luisa no empieces-interrumpió
María.
-Ya, ya-.
-¿Dijiste Amara,
verdad?-interrogó María.
-Sí-respondí.
-Nombre interesante… ¿No has
pensado en cambiártelo?-agregó Luisa, y me sonrió.
Después de algunos minutos, tenía
la sensación de conocer a aquellas dos de toda la vida.
Empecé a sentirme relajada, en realidad bastante
tranquila.
Con gesto afable Luisa y María
insistieron en que no debía preocuparme.
-La vida es para disfrutarla,
sólo necesitas saberla vivir, no existe razón poderosa para desperdiciarla con
preocupaciones-dijo Luisa.
-“Vida es vida”-agregó María, y e
inmediatamente retomaron el asunto por el cual yo estaba ahí.
La garantía del aparato cubría
ese tipo de imprevistos. Después de las respectivas aclaraciones, aproveché la
ocasión para mostrarles la consola portátil y el cartucho que habían sido
puestos en mí mochila, me interesaba esclarecer algunas dudas.
Luisa tomó el cartucho, María la
consola, examinaron detenidamente los objetos, intercambiaron impresiones y
llegaron a la conclusión de que se trataba de material “No Oficial”.
-¿No oficial?, ¿eso qué
significa?-pregunté con curiosidad.
-Es simple-contestó Luisa-Los juegos
no oficiales son aquellos lanzados por una empresa X, para un sistema
determinado, sin que la firma responsable de dicho sistema autorice su
lanzamiento y distribución-.
-En algunas ocasiones la marca
autorizada ni siquiera es consciente de la existencia de estos juegos; pues su
introducción en el mercado se hace de forma ilegal, a espaldas de las leyes de
restricción-agregó María.
-Efectivamente-dijo Luisa-Si
estamos en lo correcto, podemos asegurarte que no sería la primera vez que
ocurre algo parecido; ¿Recuerdas los de principios de ésta década para cierta
consola de 8 bits?-preguntó Luisa a María.
-¿Te refieres a los de contenido
“Erótico” producidos por Panesian?-.
-Qué por cierto, no son nada
comparado con lo que se puede encontrar ahora, ¿conoces otros?-cuestionó Luisa
nuevamente.
-Mmmmm….bueno, mi memoria dice
que los juegos de temática religiosa de la compañía Wisdom Tree-.
-Cierto, muy cierto, ese es un
buen ejemplo de juegos no autorizados-asintió Luisa enfáticamente.
-¿Y la consola?-pregunté yo.
-Va por una línea
similar-mencionó María-Parece un sistema fabricado por alguna compañía
extranjera de “dudosa calidad”-.
-Y lo decimos sin intensión de
ofender-concluyó Luisa haciendo un guiño.
Lo que Luisa y María no pudieron
descubrir fue la marca responsable de la producción del material analizado,
pues carecían de un nombre y un sello comercial.
-En el caso del cartucho,
correspondiendo a un sistema tan nuevo, es un poco difícil saber a qué tipo de
compañía pertenece su fabricación-comentó Luisa.
Revisaron una vez más el juego
con detenimiento, intercambiaron miradas, fue María la que rompió el silencio.
-Espera aquí, no te vayas-me dijo
María, y se dirigieron a la parte trasera del establecimiento con el cartucho,
el MANIAC, y la portátil.
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Las chicas tardaban demasiado,
así que decidí recorrer el amplio lugar; encontré todo tipo de videojuegos
clásicos. Tan impresionante colección, hacía lucir la mía como la de una simple
aficionada; los 32 con los que yo contaba no se comparaban ni de broma a los
4096 que aproximadamente calculé, y de la mayoría de los cuales desconocía su
existencia, además, sobre las paredes descubrí que pendían anuncios de juegos
específicos, era un deleite encontrarme en ese sitio.
En uno de los rincones había unas
máquinas de arcadia, entre ellas el juego estereográfico “Time Traveler”, el
original “Donkey Kong” de 1981, el juego de plataformas “I, Robot”, y el
Shoot’em up “Centipede”; mi curiosidad me invitó a probar este último, después de todo, no había
mejor forma de pasar el tiempo ahí; me sorprendí gratamente al descubrir que la
máquina funcionaba a la perfección, tal parecía que los años no habían pasado
por ella.
A pesar de la gran sencillez de
los gráficos y el sonido, el juego me resultaba bastante atractivo; al poco
tiempo, Luisa y María regresaron con todo mi equipo y un libro.
-Hicimos los ajustes adecuados a
tu consola, ten por seguro que no te dará más problemas, en Crazy Games el
cliente es primero-dijo María.
-Pensamos que esto puede serte de
utilidad-comentó Luisa, ofreciéndome el libro.
-Es un libro de programación
básica, puede ayudarte a crear videojuegos con base en palabras-.
-¿Qué hay de lo demás?- pregunté.
-Después de un “exhaustivo”
análisis, no vemos ninguna razón para que no los conserves-comentó Luisa.
-Exacto-dijo María-Quién sabe,
con un poco de suerte puede volverse de colección, este mundo es un lugar
raro-.
-¿Qué rumbo llevas?, es la hora
de nuestro refrigerio, ¿quieres venir?-me preguntó Luisa.
No teniendo nada mejor que hacer,
accedí, y las tres abandonamos el establecimiento.
En uno de los pasillos del centro
comercial, un hombre sobre un improvisado escenario habló de la siguiente
forma.
-Buenas tardes, llegó el momento
que todos estaban esperando, es tiempo de la diversión, de la “Hora Feliz”-.
La Hora Feliz, espacio durante el
día en que las personas podían demostrar sus habilidades “artísticas” sobre el
escenario.
Luisa y María intercambiaron un
par de miradas por unos instantes, después María extrajo de su mochila un disco
compacto.
En realidad no entraba en mis
planes regresar temprano a casa, así que ésta oportunidad me pareció un buen
pretexto para no hacerlo.
Nos dirigimos al lugar donde se
encontraba el anunciador, y la pareja de hermanas le pidió que reprodujera la primera pista de
su CD.
Una melodía comenzó a sonar, era
un ritmo contagioso, una canción bastante apropiada para ese par de hermanas
amantes de los videojuegos, “Pac-Man Fever”.
Debo reconocerlo, no lo hacían
nada mal, sabían cómo llevar apropiadamente el ritmo; pronto llamaron la
atención de las personas. Es más, me invitaron a subir al escenario, propuesta
que no rechacé, pues existía algo en aquella pareja que me hacía sentir muy
bien.
Cuando la melodía llegó a su fin,
los aplausos no se hicieron esperar, bajamos del escenario, Luisa y María me
agradecieron la colaboración con una de sus
encantadoras sonrisas, pero la situación no terminó ahí, por si fuera
poco, la singular pareja me invitó a comer a un lugar que yo conocía muy bien,
Happy Pizza, las cosas marchaban mejor de lo que yo esperaba.
-¿De qué sabor quieres la
pizza?-me preguntó Luisa.
-No estoy segura; ¿qué sabor les
gusta a ustedes?-.
-Nosotras comemos de todos los
sabores y colores, aquí son buenos en el oficio-comentó María-Pero en éste
caso, tú eres nuestra invitada, lo correcto es que elijas-.
-En efecto-agregó Luisa-¿Cuál es
tú preferida?-.
-Al pastor-contesté.
-Perfecto-dijo finalmente Luisa,
para después dirigirse a la empleada-Una pizza familiar al pastor, refresco, y
tres órdenes de “bolitas” de papa con queso-.
-Justo lo que necesito-pensé.
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Después de ordenar, nos dirigimos
al área de mesas, la clientela era poca, así que María tuvo la oportunidad de
elegir la que más le agradó.
-Debe ser la mejor ubicada, la de
mejor vista-decía alegremente.
-¿Así que los juegos fueron puestos en tú mochila a propósito?-preguntó
Luisa.
-Ignoro las verdaderas
intenciones-comenté-Sólo tengo claro que ahora, de alguna forma…soy responsable
de ellos-.
-Hecho extraño-agregó María.
-No más extraño que la historia
del “Polybius”-dijo Luisa.
-¿Po…lybius?, ¿Qué es eso?-
pregunté.
-No le hagas caso-intervino
María-Es sólo una broma-.
-¿Broma?, el Polybius no es una
broma-indicó en tono serio Luisa.
-Por favor, ¿Arcades que inducen
al suicidio?, ¿quién ha escuchado hablar de semejantes pen…sansamientos?-.
-Yo no-respondí.
-Lo ves-dijo Luisa-Es nuestro
deber, qué digo nuestro deber, nuestra obligación ponerla al tanto de los
hechos, para evitar futuros momentos desagradables-.
-¿Será?-interrogó María.
-Por supuesto, las videojugadoras
debemos permanecer siempre unidas-.
-No se diga más, me acabas de
dejar fuera de combate-.
Una vez que estuvieron de
acuerdo, Luisa y María hablaron de la siguiente manera.
-Lo que estamos a punto de
contarte, es información confidencial-dijo Luisa.
-¿Confidencial?-preguntó María-No
creo que algo que circula públicamente en internet sea muy confidencial,
además, no pasa de ser una “leyenda urbana”-.
-Pues leyenda y todo, pero ha
tenido sus repercusiones; y está por demás decirlo, pero el mundo de los
videojuegos no ha vuelto a ser el mismo desde entonces; además, todas las
leyendas tiene algo de verídico-.
-Bueno, en eso tienes toda la
razón-.
La pareja de hermanas inició su
peculiar narración, una especie de drama juvenil, con tientes fantásticos; y
debo admitirlo, sabían darle mucho “sabor” a lo que contaban, la forma en que
se alternaban la narrativa la hacía aún más interesante, le daba el toque
adecuado.
-La historia va más o menos
así-dijo María-Era el final de la primavera de 1981, en los días en que los
chicos y jóvenes pasaban sus fines de semana en los salones de máquinas
recreativas jugando, sanamente, títulos tan entretenidos y adictivos como
Pac-Man, Asteroids, Space Invaders, Galaxian, entre otros tantos de los que
ahora llamamos clásicos, o cariñosamente “viejitos, pero bonitos”-.
Luisa intervino entusiasmada:
-Créelo o no, pero en esa época
era algo realmente impresionante ver un mundo o espacio “no físico” en el que
tú podías interactuar con sólo apretar un botón o mover una palanca. Para
nosotras, la analogía es la siguiente, en el cine y la televisión tú sólo eres
el espectador de una historia previamente hecha, puedes verla una y otra vez, y
siempre será la misma, pasarán las mismas cosas, y no hay nada que puedas hacer
para cambiarlas, pero en un juego de video, cada partida es diferente, única e
irrepetible, algunas buenas y otras no tanto, pero siempre únicas; quizás suene
exagerado, pero es lo más parecido a una segunda vida; así que como podrás
imaginar, una propuesta como esa, hace casi veinte años, era algo como para
alucinar-.
-Pero volviendo a nuestra
historia-dijo María-Cierta mañana, en la ciudad de Pórtland, estado de Oregon,
en los Estados Unidos de Norteamérica, un grupo de hombres a bordo de un
pequeño camión habían estado muy ocupados desde temprano, convenciendo a los
dueños de algunos salones recreativos para que incluyeran en su catálogo el
prototipo de una nueva cabina de juego llamada “Polybius”; o “Mad Poly”, como
la conocemos ciertos usuarios en círculos especializados-.
-La idea, como es de
suponer-intervino Luisa-Era dejar el prototipo en manos del público por algunos
días, con la finalidad de ver y registrar la aceptación e impacto del mismo
entre quienes frecuentaban aquellos lugares, y si el viento soplaba a su favor,
tal vez, iniciar posteriormente la producción a gran escala pero…. nadie podía
imaginar lo que vendría después…-.
Tragué el trozo de pizza que
tenía en la boca, y sin parpadear la miré expectante, María continuó:
-Las características físicas de
la máquina varían un poco de acuerdo a la fuente que te proporcione la versión
de ésta historia, pero la mayoría coincide al describirla, como un típico
Arcade de la época, en color negro, ya sabes, con una resistente base de madera
para soportar el peso de la consola-.
-Y las patadas, y manotazos de los
jugadores iracundos, no lo olvides-agregó Luisa, poniéndose de pié simulando el
hecho.
-¡No interrumpas!-le dijo María,
y continúo la descripción-Un monitor analógico, y un tablero de mando compuesto
sólo por una palanca y un botón, todo enmarcado en un atractivo diseño
“futurista” de bordes redondeados; ¡oh!, sí, y con el extraño nombre del juego
ubicado en uno de sus costados-.
-Por otra parte-intervino
Luisa-Se ha dicho que el sistema de juego era muy parecido al del clásico
shooter “Tempest”, un juego de disparos con perspectiva de primera persona,
basado en gráficos vectoriales multicolores, en el que el jugador mueve su área
de ataque alrededor de un escenario fijo que asemeja un túnel, con la finalidad
de derribar a los enemigos que vienen hacia él o ella; con la pequeña
diferencia de que en Polybius, era el escenario el que giraba alrededor del
jugador, y según parece con brillantes efectos lumínicos, y extraños fondos en
movimiento incluidos; en otras palabras, toda una fantasía “Psicotrónica”…-.
Ya para estas alturas del relato
yo estaba más que alucinada con la historia.
-El asunto es-continúo María-Que
en el transcurso del día la cabina poco a poco empezó a llamar la atención de
los jóvenes clientes, quienes probaban sus habilidades enfrentando al nuevo
“adversario” recién llegado a la ciudad, que por cierto, resultaba más difícil
de vencer que lo esperado. Es justo en este punto donde la leyenda da un
extraño giro-.
-Como los de la pantalla de ese
Arcade-intervino Luisa.
-Sí-confirmó María-Después de
haber jugado, algunos usuarios comenzaron a presentar malestares como nauseas,
mareos, dolores de cabeza, e incluso vómito, síntomas atribuidos principalmente
a la fuerte radiación de los colores y gráficos puestos en pantalla-.
-En casos un poco más
extremos-continuó Luisa-otras personas creen haber visto rostros distorsionados
al desenfocar la mirada y escuchar mensajes “subliminales”, como voces pidiendo
auxilio y gritos de dolor entre los efectos sonoros del juego, o incluso sentir
la imperiosa necesidad de causarse daño físico; pero todas esas declaraciones
se dieron a conocer hasta mucho tiempo después-.
-Por último-dijo María-Está el
hecho de que, según otros testimonios, la exposición al juego generaba la
pérdida temporal de la memoria, provocando que ciertos jugadores no fueran
capaces de recordar cómo habían vuelto a casa, o ni siquiera acordarse de que
habían probado suerte con el mencionado Arcade.
-Aunado a esta encantadora
historia, tenemos el informe de que un equipo de personas llevó un registro
exacto de todo lo que pasó alrededor del aparato-.
-Fue el día posterior al estreno
de Polybius, cuando una perturbadora noticia estremeció los salones
recreativos; una adolescente había muerto; las circunstancias no están del todo
claras, las historias a veces rozan lo inverosímil, pero la hipótesis más
aceptada es que fue víctima de un ataque epiléptico, justo después de haber
estado en contacto con la máquina-.
-Es de suponer que fueron los
propios dueños de las salas recreativas quienes pidieron que las máquinas
fueran retiradas de sus establecimientos, temerosos de que el incidente
volviera a repetirse, que fueran involucrados en alguna cuestión legal, o en
algo peor, si es que
nos vamos por la versión más fantástica-dijo Luisa.
-Lo último de lo que se tiene
noticia, es que las cabinas fueron a parar al mismo camión que las había
distribuido la mañana del día anterior; lo demás son meras conjeturas-concluyó
María.
El alimento, el ambiente, la
charla, todos los elementos del universo estaban confabulados en mí beneficio;
fue una verdadera pena la despedida.
La pareja de hermanas una vez más
agradeció mí “servicio social”, y ambas me ofrecieron su amistad.
-Regresa pronto-dijeron al
unísono.
-Sin duda-contesté yo, y en
seguida se perdieron entre la multitud.
FIN DE LA TERCERA
PARTE
ABSTRACCIÓN BINARIA, 2008. Estudio Kyneema / Asociación Espinosa-Mascot.
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