Estudio Kyneema /
Asociación Espinosa-Mascot
Presentan
ABSTRACCIÓN
BINARIA
Primera
Parte
Historia: Alan Espinosa M. / Laura Mascot
Ilustración: Laura Mascot
PRÓLOGO
Fui una niña deseada por mis
padres, jóvenes esposos con grandes expectativas de vida para mí.
Hice mi entrada triunfal a este
mundo en 1983, una mañana de primavera, en Ciudad Capital, región territorial
famosa por sus bancos de cantera negra y rosa, piedra que, por ser utilizada con verdadera maestría en la
plástica y en la arquitectura, ha dado a mí ciudad de origen gran fama mundial.
Por cierto, una de estas hermosas
obras adornaba el jardín de la escuela de pintura por la que solíamos pasar, la
obra a la que me refiero era una fuente en cuyo centro se encontraba la figura
de una graciosa hada, ella me enseñaría a volar cuando yo estuviera lista, y
ese día fue al cumplir tres años; por desgracia, cuando salté de la orilla de
la fuente solo me elevé de acuerdo a mi impulso, porque al segundo descendí
medio metro hacia abajo lastimando una de mis cejas al rozar el borde de la
base; aún llevo la cicatriz, es el recuerdo físico de aquella fantasía
infantil; acordarme me hace mucha gracia, al contrario de mamá, que sigue
poniendo cara de espanto cuando le hablo de la ocurrencia.
En cuanto a mi constitución
física, debo decir que no ha cambiado mucho con el paso de los años; por
naturaleza siempre he tendido a ser delgada, mi piel es morena de un tono
claro, mis ojos grandes y negros, con largas, rizadas y tupidas pestañas igual
que los de mi padre.
En cambio, tengo boca de labios
carnosos, como los de mamá. El cabello, que siempre ha sido mantenido a nivel
de mí cintura, es castaño, abundante y lacio. Mido un metro sesenta y ocho
centímetros. Abuelos y tíos en su momento aseguraban que alcanzaría buena estatura,
y aunque el 1.68 no me parece tan malo, a mí juicio, equivocaron su pronóstico.
He querido compartir aspectos muy
personales, porque he asimilado con el tiempo, que externas sin miedo y con transparencia lo que eres, lo bueno que deseas aportar y
rescatar, sólo cuando existe confianza.
Doy valor a lo compartido hasta ahora, pero lo de mayor impacto en mi historia ocurrió hace algunos años, al inicio de la adolescencia.
Obligándome a superar vivencias
que me resultaban dolorosas, procuré olvidar todo, pero ahora, he
decidido no limitarme a ser una simple espectadora de los sentimientos de culpa
y ruptura que veo entre las familias.
Estoy convencida de que el cambio
inicia dentro de nosotros, y dispuesta a demostrar que somos los únicos capaces
de lograr nuestra felicidad, lo mejor será iniciar por el principio.
Era entonces yo una niña, y
aquella experiencia estaba labrando en mí joven espíritu enormes heridas, la tristeza aumentaba al darme cuenta que mi dolor era sordo ante quienes debían
protegerme, llegué a sentirme como aquella mariposa que en su afán de proveerse
un poco de calor, acaba siendo consumida por el fuego, sin que nadie perciba su
lastimosa agonía.
01
Era un viernes por la tarde,
hacía un buen clima; había llegado el fin de las actividades escolares de ese
año, las vacaciones de verano acababan de iniciar oficialmente; salía de la
escuela al tiempo que me despedía de mis compañeros y profesora, mientras mis
padres ya estaban esperándome, inmediatamente subí al auto; recuerdo escuchar
que hablaban de lo orgullosos que estaban de mí, su única hija.
Después de abandonar el plantel,
fuimos a comprar algunas cosas antes de regresar a casa, durante el transcurso
de la semana era muy difícil, pues ello invertían la mayor parte de su
tiempo al trabajo. Ser una persona productiva de manera honesta, es una virtud,
pero durante esos años de mi vida, su “trabajo”, significaba mi peor enemigo, el peor miedo, porque me arrebataba lo mejor que tenía, a mis
padres.
Al terminar las compras pasamos
cerca de un establecimiento de comida rápida, “Happy Pizza”. Mi madre, que se
preciaba de conocer mis gustos mejor que nadie, convenció a papá de que me comprara una
pizza; y él que estaba encantando con el desempeño que yo
había tenido a lo largo del año escolar, aceptó con gusto la propuesta; por
desgracia, fue una “pizza mediana para llevar”, la que pude tener..
Con paciencia esperé a que mi
premio estuviera listo, mientras ellos hablaban de las actividades por
cumplir para la semana siguiente. Papá se desempeñaba como técnico
electricista, mamá era enfermera, al principio de su matrimonio, pensando en
mí, ella trabajaba por la mañana y él por la tarde, con la idea de que yo nunca
estuviera sola. De lunes a viernes a las cinco en punto, las dos asistíamos a
la escuela de pintura; lugar que yo conocía de toda la vida.
¿Y qué había de los sábados y los
domingos?...pues para variar eran dedicados a la familia.
Mis padres verdaderamente son
esforzados, capaces e inteligentes, lo sé porque no soy la única que lo
descubrió, las propuestas para ampliar sus horas de servicio lo confirman, la
economía de la familia mejoró por mucho, pero… fue sólo eso, la economía.
Aquella tarde en Happy Pizza,
desde la mesa en que nos encontrábamos, papá hizo dos o tres llamadas de
trabajo, hasta hubo momentos en que me pareció que dejaba de lado el motivo por
el que estábamos ahí.
-Trabajo, trabajo, y más
trabajo-pensé.
Desde hacía dos años, ya no era
extraño compartir con ellos pocos momentos; sus actividades los estaban
absorbiendo demasiado.
-Es por el bien de los tres-me
decían cada vez que yo se los recordaba reclamando más de su compañía.
-Trabajando como lo hacemos, es
que podemos darte lo que necesitas, llevar una vida menos ahogada-comentaba mí
padre.
-Entonces, ¿por qué siento que me
ahogo todos los días?-pensaba yo.
Llevar una vida como la que
llevábamos, no me hacía más feliz; debido a su agenda tan saturada ya casi no
convivíamos, las prisas diarias los hacían olvidarse hasta de sonreírme,
llegaban demasiado cansados como para que compartiera con ellos mi afecto, mis
asuntos importantes, mis juegos, mis dudas…mi vida…, me negaban sus bromas, su
tiempo…en realidad eso era lo que yo necesitaba urgentemente. Además, tampoco
ayudaba mucho el que fuera yo la única persona de tan corta edad en mi calle, y
por si fuera poco el que la mayoría de las casas contiguas estuvieran
deshabitadas.
Me aferraba con ansia a los
libros; este hecho me hizo madurar y nutrir mis conocimiento de forma más
temprana en comparación con otros niños de mí edad, las matemáticas me atraían,
me volví fan de Augusta Ada, hija del poeta Lord Byron, después de que mí
profesor de computación me comisionó
para una actividad.
Mis fuentes de investigación me
llevaron a conocer que fue ella, una mujer, la que estableció las subrutinas, esos
saltos dentro de los programas de computación, y elaboró las iteraciones,
conocidas como repetición de rutinas, además, el salto condicional que hacía
posible que un programa tomara decisiones automáticas; Ada también había logrado
el cambio del sistema decimal al binario para procesar las tarjetas perforadas,
en pocas palabras, para mi Augusta Ada, era, y me sigue pareciendo genial.
Con mucha frecuencia, cuando
trabajaba frente a la computadora, imaginaba que Augusta estaba a mí lado,
conversaba con ella planteándole alguna propuesta, o pidiendo su punto de
vista; después de todo era la única manera de hablar con alguien, pensar que
existía una persona a quien le resultara de interés lo que yo pensaba, alguien
que además de escuchar, me entendiera, y que siempre tuviera tiempo para mí;
esa fantasía, me hacía sentir menos infeliz.
A mis 10 años, uno de mis mayores
sueños era que algún día, yo también aportaría grandes cosas a la informática,
me gustaba mucho leer y aprender, pero para ser honesta, muy en el fondo, el principal objetivo al obtener un rendimiento escolar excelente, era que con
ello podía capturar la ansiada atención de papá y mamá..
Pero volviendo al recuerdo de la recompensa en el centro comercial; a mi corta edad, aquel singular platillo era
capaz de hacerme olvidar tantas tardes a solas en casa, así que me dediqué a no
perder ningún detalle de la preparación del delicioso manjar. Debieron pasar
alrededor de 30 o 40 minutos, pero al fin nuestro número fue mencionado.
Ya en el coche, fui deleitando olfato y visión abriendo eventualmente la caja hasta que llegamos a nuestro
hogar, la última casa a la izquierda de una solitaria calle; aunque ese día,
gracias a la pizza, ni me importó.
02
Era mi casa una edificación de
muros en blanco, amarillo y beige, de dos plantas, con terraza al frente y un
jardín interior, en el cual desde uno de sus extremos reinaba un bello árbol de
los llamados “Lluvia de Oro” rodeado de un seto de flores púrpura, en el cual
las manos de papá invertían todo el talento del mundo para darle la bella forma
de olas en el mar, que tanto me encantaban, un seto igual circundaba el
mullido verde pasto del jardín con su respectivo camino de cantera negra,
sobresaliendo además un poco más allá del árbol, una farola y una banca también
de cantera.
Nuestra área verde hubiera eclipsado a los jardines del palacio de Versalles, pero hacía poco más de dos
años que de él sólo quedaba la sombra, mi padre ahora apenas si lo atendía,
habían quedado atrás los felices días en que ahí cualquiera de nosotros
pintaba, leía o descansaba.
Bajé primero del coche, llevé la
pizza a la cocina, y regresé solícita para llevar adentro las compras del día,
ya instalados, mientras que mamá guisaba para ella y papá, nosotros preparamos
la mesa del comedor.
-Como en los viejos
tiempos-pensaba yo con entusiasmo, deseando que aquellos momentos fueran
eternos.
Mamá sirvió el refresco, yo me
dispuse a degustar una de las rebanadas dándole la primera mordida, no podía
ser mejor, la textura, el aroma, y sabor eran perfectos; sin temor a
equivocarme, una de las mejores pizzas que he probado; aunque creo que contribuyó el estar con mis padres aquel día..
Como ya lo dije, siempre he sido
delgada, por lo general no me propaso al comer, sin embargo, era tanto el entusiasmo y alegría, que di cuenta fácilmente de tres de aquellas deliciosas
rebanadas; me disponía a reservar cinco para continuar el festín la próxima
tarde, cuando hice un interesante hallazgo; debajo de uno de los trozos noté un
ligero resplandor, y al retirar la porción de pizza encontré un papel
plastificado color áureo.
Hice notar a mis padres el
especial descubrimiento, después de leer la inscripción del pequeño papel me
sentí muy afortunada.
Quizá haya sido mi expresión de
alegría o mis ojos expectantes los que ayudaron a convencer a papá de volver a
Happy Pizza la tarde del día siguiente, el mensaje del papel dorado era
bastante concreto, un regalo sorpresa esperaba por nosotros en la pizzería.
Cuando llegamos y mostramos el
cupón, la empleada entendió perfectamente el motivo de nuestra visita, porque
se dirigió a la parte trasera del lugar.
La emoción me invadía, pensamientos e ideas convenientes comenzaron a deambular por mí cabeza,
¿cuál podría ser ese premio?, ¿un viaje en compañía de papá y mamá?, ¿otra
pizza acaso?, ¿un libro biográfico de Augusta Ada?
El regreso de la empleada puso
fin a mis especulaciones, la joven se presentó trayendo una bolsa negra
consigo; papá recibió el paquete y agradeció; después nos sentamos en una
banca a revisar su contenido. Yo aguardaba con enorme curiosidad, mientras papá
lentamente extraía de aquella bolsa el objeto que marcó mi existencia. Un
sistema de juegos de video, el primero en mí vida, sin duda el mejor…
Al retornar a casa, mamá me
felicitó por la nueva adquisición. Considero que papá de alguna manera
experimentaba cierta inquietud por conocer qué hacía aquel aparato, porque sin
que se lo pidiera quiso participar conmigo en la instalación del sistema. Cuando estuvo listo, comencé a jugar; fue un
momento mágico…
Llegó el turno de papá, yo no
cabía de gusto, mis padres estaban conmigo en casa, disponibles sólo para mí
como solían hacerlo, y por si eso fuera poco tenía aquella fantástica máquina.
Pero justo en el momento que papá tomó el control del videojuego en sus manos,
mamá lo llamó, tenía en la línea telefónica a una persona interesada en cerrar
un contrato; además de su trabajo oficial, mamá y papá habían decidido trabajar
para una “Aseguradora”.
Lo último que recuerdo de aquel
día es que papá se disculpó diciéndome que jugaríamos en otra ocasión, se
despidieron y salieron juntos de casa para encontrarse con aquel inoportuno
cliente.
Con tristeza desde mi ventana los
vi partir, los estuve mirando hasta que el automóvil poco a poco se perdió de
vista. Nuevamente estaba sola…bajé con desánimo las persianas, pero al volver
la cabeza descubrí que la pequeña máquina no se había ido, así que en su
compañía pasé el resto de la tarde. Mis padres se habían marchado, pero que
importaba, por fin tenía una leal compañera.
Era yo una pequeña de cuatro o
cinco años, cuando acompañaba a mamá a comprar los víveres; solíamos pasar
cerca de un establecimiento de videojuegos, en él veía a otros chicos probar su
habilidad divirtiéndose enormemente, despertando en mí la curiosidad por conocer aquel fantástico
mundo. Desde entonces siempre había querido tener mi propia consola, sin
embargo, me conformaba con despertar muy temprano los sábados para no perderme
un programa llamado “Players Power”.
Pero ésta ocasión en particular
era mil veces mejor, superaba todas mis expectativas, porque esta vez el
sistema era sólo mío, a partir de ese
momento ya nunca estaría sola…
03
Pasaron cinco largos años, recién
había abandonado mi etapa infantil, mí afición por los videojuegos había
crecido al igual que yo.
Sobre las paredes de mí recámara
pendían cromos de distintos juegos; el dormitorio se veía cuidadosamente
“adornado” por diversos artículos de colección, sin olvidar las diferentes
adaptaciones cinematográficas que se habían hecho hasta ese momento; objetos
que denotaban perfectamente que ya formaba parte del fantástico mundo de los
chicos del establecimiento que un día llamaron poderosamente mí atención, no
existía fin de semana que no visitara lugares dedicados a la venta y
distribución de los últimos juegos y sistemas, ni mes que no comprara alguna
revista referente a la materia, mi colección
era única.
Por otro lado, parte de mi tiempo
libre lo invertía en generar ideas para posibles juegos de video, soñando,
motivada por los avances de la tecnología, con la idea de que un día podría hacerlos
realidad.
Y de todos los que creó mi
cabeza, eran dos los que más me ilusionaban, los que consideré serían capaces
de dejarme satisfecha como mente creadora, sus nombres… “Vor-trax” y
“Sunshine”.
El primero era un juego de
plataformas en tres dimensiones, con elementos de puzle o retos mentales, y un
toque de humor, que tomaba lugar en una dimensión paralela de características
matemáticas, claramente influenciada por libros como “La Divina Proporción” de
Luca Pacioli y los grabados en madera del artista M. C. Escher.
En esta aventura, la protagonista
era una pequeña niña humana de grandes ojos, que por asares del destino y
caprichos del universo había ido a parar a ese fantástico mundo. Y como es
habitual en este tipo de juegos, se ponían a prueba las habilidades físicas y
mentales del personaje.
El segundo, también con libertad
de movimiento, era un “Simulador de Vida”, con un toque de RPG o juego de rol,
en el que se asumía el papel de una joven adolescente, habitante de una isla,
con bosques, ríos y montañas incluidos, y cuyo clima variaba de acuerdo a la
estación del año, pues la particularidad de este espacio virtual era contar con
una especie de calendario, de tal manera que ciertas acciones solo podían
realizarse en determinada época del año, tal era el caso de sentir hambre en el
bosque, y no encontrar ni siquiera frutillas por ser invierno.
En el transcurso del juego, el
personaje tenía la posibilidad de interactuar con los habitantes del lugar,
visitar diferentes sitios de la isla, resolver acertijos, asistir y participar
en celebraciones, ayudar personas, enfermar, entre otras funciones.
En otras palabras, el mundo de
los videojuegos y sus alrededores comenzaron a volverse una parte indispensable
en mí existencia, mí sangre, mí sudor, mí oxígeno, creó que…fue en ese punto
donde comenzaron los problemas.
04
Eran las dos de la tarde de un
sábado, 17 de octubre de 1998.
Regresaba a casa después de haber
soportado una extenuante jornada en el curso de inglés; las actividades esa mañana
habían sido tediosas en extremo, y además la relación con mis compañeros de
clase no se encontraba en su mejor momento.
Tan pronto llegué, me dirigí a la
habitación, dejé los útiles sobre la cama, y me puse algo más cómodo, encendí
el televisor y activé una de las consolas.
Me tomé el tiempo necesario para
disfrutar una vez más algunos de los grandes clásicos del mundo virtual, juegos
de plataformas, peleas, beat’em ups, shooters, el tiempo pasó, los segundos se
transformaron en minutos, los minutos en horas; cuando menos lo esperaba, la
noche me atrapó frente al televisor en la penumbra total de la recámara; hasta
de comer me había olvidado.
No teniendo suficiente con haber
jugado por horas, elegí una película; me encontraba a mitad de la función, cuando
mí madre llamó por tercera vez a la puerta; se escuchaba molesta, me pidió que
apagara el reproductor de video y fuera a la sala inmediatamente, era urgente
una conversación seria.
A los pocos minutos llegué hasta
el sitio donde se encontraban mis padres, me senté frente a ellos. Para evitar
un “sermón”, no me atrevía a mirarlos; mí padre comenzó a hablar, y me hizo
notar que invertía demasiado tiempo en los videojuegos.
Yo traté de argumentar con un
enorme absurdo diciendo que sin contar el curso de inglés, en la escuela de
lunes a viernes pasaba seis horas diarias, y que en comparación sólo jugaba
unas cinco al día.
-¿Cuál es el problema?-les
dije mirándolos retadoramente.
-¿Qué cuál es el problema?, si
hoy hasta de comer te olvidaste Amara, lo que se quedó en el refrigerador para
ti está intacto-dijo mi madre.
Agregó además que necesitaba otro
tipo de actividades, otros pasatiempos, otra forma de vida, y que lo peor era
que mi rendimiento escolar estaba bajando de nivel.
-Ya no eres la de antes, ¿qué te
está pasando?-comentó mi padre, tratando de buscar mi mirada, lo cual yo
evitaba porque en el fondo me sentía culpable.
Por desdicha en ese momento, no
alcanzaba a comprender que la culpa de mi irracional comportamiento de rebeldía
e irresponsabilidad no eran del todo mías, porque a decir verdad, eran tan sólo el resultado de
años de abandono de parte de ambos.
Ciertamente los videojuegos
habían dejado de ser una simple diversión, se habían convertido en mi estilo de
vida, casi una obsesión, pero yo me negaba a reconocerlo, por eso sus palabras
hicieron eco negativo en mí cabeza, me sentí atacada, incomprendida… y muy
sola…
La situación comenzó a salirse de
control, cuando levanté el tono de voz, mis padres dieron la charla por
terminada.
-Hablaremos cuando estés
dispuesta a escuchar-dijo mí padre, y se retiró a su dormitorio.
Mi madre le siguió, yo permanecí
en la sala algunos minutos más, pensando, tratando de entender, ordenando mis
ideas.
Cuando llegué a mí dormitorio, el
portazo rompió el silencio de la casa, enseguida me dejé caer sobre la cama, un
dolor oprimía mí pecho, sentía culpabilidad, angustia y enojo.
Así pasaron varias horas hasta
que el cansancio sencillamente me venció, pero aunque dormía, mi sueño fue
intranquilo, en medio de copiosos sudores, extraños y grotescos seres se
presentaron ante mí, hechiceras en Walpurgis, arpías, espectros, seres
deformes, todos danzaban furtivamente a mí alrededor, una versión en movimiento
de “El Aquelarre”, un Sabbat de brujas como el que pintó Goya, y que provocó
tanto miedo en mí de niña, cuando descubrí la imagen en un libro de pintura de
mamá.
FIN DE LA PRIMERA
PARTE
ABSTRACCIÓN BINARIA, 2008. Estudio Kyneema / Asociación Espinosa-Mascot.
Buen inicio, a ver a dónde lleva esa obsesión del personaje...
ResponderBorrar¡Hola David!, muchas gracias por comentar, es una gran motivación. Te invitamos a continuar leyendo la historia de Amara para que descubras en que dirección marchan las cosas. ¡Saludos! :-)
BorrarSaludos! Excelente narración, fácil de leer y te sumerges de inmediato. Estoy cantada :)
ResponderBorrar¡Hola Aqυαмαяιиє!, es un verdadero gusto el saber que la propuesta ha captado tú atención.
BorrarDurante varios años, "Abstracción Binaria" permaneció en nuestro "baúl de los recuerdos", porque no estábamos seguros si una historia como ésta podía, realmente, interesar a las personas. Tú optimismo nos dice que no fue un error compartirla, ¡gracias por leernos!
Te invitamos a continuar las aventuras de "Amara" en la segunda parte de "Abstracción Binaria". Saludos! :-)